jueves, 27 de octubre de 2016

El juego del televisor - Historias de terror



Te  has preguntado si el diablo tiene un canal de televisión?. Bueno, es porque tal vez no haz escuchado el dicho "más sabe el diablo por viejo que por diablo", y aunque no lo creas, lo tiene.

Qué necesitas? lo único que requieres es un televisor. El de la sala sirve, pero mejor si está en tu habitación.

A las 3 de la mañana, la hora en la cual más debilitada está la barrera entre el mundo de los vivos y el de los muertos, tomarás tu control y encenderás la televisión. Pero no la prendas con el botón de dicho aparato, pues afectará el juego. Apaga las luces, todas las de la casa. El canal que observarás no puede ser visualizado correctamente si hay luz. A pesar de eso, en caso de que entre un poco de claridad de afuera no te preocupes por que no dañará el juego. No utilices cable o decodificador, se visualiza con la señal de televisión normal.

Debes de tener paciencia, porque, aunque en el mayoría de los casos sale a la primera, hay que esperar días, semanas, y a lo mucho 1 mes para que esto ocurra, si no eres el indicado y no has sido seleccionado.

Debes poner el canal 66. Tal vez, dicho canal esté ocupado por una televisora importante y lo más probable es que estén pasando anuncios de productos o simplemente interferencia. Ten paciencia, al sintonizarlo, solo tarda 5 minutos en entrar la señal, a veces hasta las 3:15, y a lo mucho, hasta las 3:33. Si han dado las 4:00 y no se ha sintonizado nada, vuelve a intentarlo al otro día.

Pero, si empieza a transmitir un canal, te felicito, haz captado la señal del canal del diablo.

Antes de las 3:33, verás unos cuantos anuncios de productos extraños, ofertas para vender el alma, juguetes malditos y otras publicidades desagradables. Hay quienes afirman haber visto un aviso para ingresar al infierno, llamando a un número bastante largo.

Exactamente a las 3:33, empieza el programa importante, donde verás el mismísimo infierno. Solo te advierto que, como es de esperar, no contemplaras cosas bonitas, todo lo contrario. Las personas que han visto este canal se han encontrado con seres queridos fallecidos siendo torturados en el averno o simplemente imágenes bastante raras y abstractas que logran un sentimiento de profunda incomodidad.

Ahora estas en un juego, y tendrás que soportar todos los misteriosos anuncios, y el programa en el que se oyen voces, aparentemente, en un idioma desconocido hasta que sean las 4 de la mañana o, en el mejor de los casos, hasta que la señal se interrumpa. Si apagas la televisión o enciendes las luces antes de que esto suceda, estarás condenado a ver aquella perturbadora señal en tu mente hasta lo que tu cordura tolere, enloquecerás progresivamente hasta un limite de demencia jamas visto en ser humano alguno.

Algunas cosas que debes considerar:

1. Estas viendo un canal que se transmite desde el infierno, así que ten en cuenta que habrán seres curiosos o presencias que quizás quieran verlo contigo. ¿Cómo saber si están ahí?, fácil, escucharás murmullos o risas. Si las oyes cerca, significa que están en habitaciones distantes, pero si las oyes lejos, indudablemente están cerca de tí. Podrás sentir respiraciones y que algo frío te toca. No debes alarmarte, son inofensivos. Preocúpate por lo que se oye cerca, pero está lejos.

2. Dentro de la casa, muchas cosas van a pasar, se caerán los adornos, se romperán los vasos, se moverán las sillas y se abrirán las puertas y los muebles. Es absolutamente normal, pues has establecido un contacto directo con el infierno, y cualquier ente podrá ingresar a tu morada.

3. Puedes verlo mientras haya gente en la vivienda. Si lo haces a escondidas, tu familia no escuchará, de hecho, ni siquiera notarán que se están moviendo las cosas. Si gritas tampoco se darán cuenta.

4. Si te retiras de la habitación donde se encuentra el televisor, recuerda que puede haber algo dentro de tu domicilio, puede ser un alma atormentada que solo se refugia para no regresar al infierno, o en el peor de los casos un demonio que te perseguirá incansablemente hasta llevarte al averno. Reza para que haya una interferencia o en todo caso den las 4 de la mañana.

Si has conseguido cualquiera de estas dos ultimas cosas, felicidades, has acabado el juego exitosamente. apaga el televisor y ve a dormir. Tendrás horribles pesadillas, durarán algunos días, pero finalmente terminarán y revelaciones ocultas vendrán con ello.

Te atreves a jugar?

martes, 25 de octubre de 2016

Relámpago - Historias de terror



Acabábamos de mudarnos a una pequeña casa rústica en los suburbios. Era una residencia encantadora: ambiente tranquilo, vecinos agradables, vallas de palets. Baste decir que este sería un nuevo comienzo para mí, un padre soltero con su hijo de tres años viviendo felizmente en una agradable vivienda. El momento para dejar atrás el drama y estrés del año pasado.

Tomé la tormenta como una metáfora para este nuevo comienzo: un último espectáculo teatral antes de que la mugre y suciedad fueran arrasadas. A mi hijo le encantó, incluso aun cuando se fue la luz. Era la primera gran tormenta que había visto. Destellos de relámpagos iluminaban los cuartos semidesocupados de la casa, dándole sombras largas y tornando espeluznantes a las cajas de mudanza. Él saltaba en su lugar y gritaba a la par de los truenos que retumbaban. No se dispuso ir a dormir hasta altas horas de la noche.

La mañana siguiente lo encontré despierto en su cama, sonriente.

¡Vi los relámpagos en mi ventana! —anunció orgullosamente.

Unos días más tarde, volvió a mencionarlo.

No seas bobo —le dije—. No llovió anoche, ¡solo estabas soñando!

Ah… —Se le veía en cierta forma desalentado. Revolví su cabello y le dije que no se preocupara, que debería haber otra tormenta pronto.

Luego se convirtió en un patrón. Me diría cómo vio los relámpagos fuera de su ventana al menos dos veces a la semana, a pesar de que no cayera ni una sola gota. Tal vez sean sueños recurrentes de esa primera y memorable tormenta, pensé.

En retrospectiva es fácil odiarme. Todos me aseguran que no hubo nada que pudiera hacer, ninguna forma de poder saberlo. Pero se supone que debo ser el guardián de mi hijo, y esas palabras de consuelo son inútiles para mí.

Frecuentemente revivo esa mañana: haciéndome un café, vertiendo leche en mi cereal y recogiendo el periódico para leer acerca del pedófilo local que las autoridades acababan de arrestar. Era material de primera plana. Aparentemente el criminal escogía una víctima joven al azar (por lo común un varón), merodeaba su casa por un tiempo y tomaba fotografías de él por la ventana mientras dormía. A veces iba más lejos, como era de suponer.
Mi estómago se contrajo mientras asimilaba y unía todos los hilos de la historia.

En aquel momento, era apenas algo salido de la imaginación de un niño. Sinceramente es la cosa más aterradora que he leído.

Alrededor de una semana antes de que el predador fuera capturado, mi hijo se me acercó en su pijama.

Adivina qué —me preguntó.

¿Qué? respondí

¡No hay más relámpagos en mi ventana!

Decidí seguirle la corriente.

Ah, qué bien. De vuelta a la normalidad, ¿eh?

¡No, ahora están en mi armario! contestó rápidamente.

Aún tengo que ver las fotografías que la policía ha recuperado.

jueves, 20 de octubre de 2016

Mi miedo al agua - Historias de terror



Siempre he tenido un miedo exagerado a ser sumergido completamente en agua. No es que no sepa nadar o algo similar ya que mi padre me hizo aprender a temprana edad. Una vez mencionó que casi muero ahogado cuando era muy pequeño.

Desde que tengo memoria, siempre al estar bajo el agua y voltear hacia la superficie, veo a una mujer inclinándose hacia mí, con una cálida sonrisa, un cabello dorado brillante y ojos de color azul oscuro. Incluso si estoy en una bañera. Se ha hecho normal para mí, pero aún no he podido acostumbrarme.

Nunca discutí aquello con mi padre, aunque sí le pregunté por mi madre, tal vez esa visión era un recuerdo de cuando ella me bañaba. Él se mostraba muy reservado con el tema, a veces hasta se enojaba conmigo por insistir demasiado. Fue solo hasta hace unas semanas que le describí esta aparición mientras caminábamos. Por poco y chocamos contra una cabina telefónica; obviamente sabía algo al respecto. Volví a consultarle de nuevo acerca de mi madre. Y esta vez logre sacarle algunas palabras, me contó que murió cuando yo era muy joven, y que me amaba. También admitió que su cabello y ojos eran de esos colores... como los míos.

Decidí hacer un poco de investigación por mi cuenta, obteniendo su nombre de mi partida de nacimiento y buscando cualquier referencia que pudiera, cualquier noticia sobre un niño ahogándose o lo que sea. Deseaba obtener una fotografía, algo que pudiera comparar con mi ángel guardián.

Hoy, escondido en nuestra biblioteca local, lo encontré:

WINCHESTER: María Blanco, 28, perdió la vida ahogada ayer por la noche tras saltarse una cerca de alambre y escapar hacia un embalse cercano. Había sido recluida desde hacía seis meses luego de haber sido encontrada «inocente» por intento de asesinato argumentando demencia. Su esposo, Daniel Blanco, había actuado con la rapidez suficiente para salvar a su hijo cuando la encontró tratando de ahogarlo en su bañera. Un funeral ha sido planificado por la familia para el día veinticinco.

miércoles, 19 de octubre de 2016

El misterioso Efecto Mandela - Artículos



El término Efecto Mandela fue acuñado por la escritora e investivadora paranormal Fiona Broome, junto a uno de organizadores de la Dragon Con de Atlanta en torno a 2006. Al comentar que ella tenía recuerdos vívidos de cómo el ex-presidente de Sudáfrica Nelson Mandela en realidad había muerto en los 80 durante su estancia en la cárcel (recordemos que murió en 2013), se dio cuenta de que no era la única. Hablando con otras personas comprobó que era un recuerdo alternativo bastante extendido y que algunos incluso recordaban los disturbios que siguieron a su muerte y hasta el discurso de su viuda en el funeral.

Cuando abrió su blog The Mandela Effect y trató este tema, se volvió un fenómeno de masas. Montones de personas coincidían en poseer recuerdos alterados o alternativos, no sólo respecto a Mandela sino a una gran variedad de elementos que parecían haber cambiado con el tiempo sin haber dejado huella, como si alguien hubiera reprogramado la realidad o la historia hubiera cambiado retroactivamente. El blog de Broome recoge un compendio de "efectos mandela" que se dan y debaten más habitualmente, tales como situaciones de lugares geográficos que parecen haber cambiado con el tiempo (Japón, Nueva Zelanda, Sri Lanka...), escenas o finales alternativos (una gran calabaza que realmente llega a aparecer en una versión de "It's the great pumpkin, Charlie Brown", un clásico de la TV en EEUU, poco conocido en España), fechas de eventos históricos que no parecen cuadrar, un retrato de Enrique VIII sujetando un muslo de pavo que muchos recuerdan pero parece no existir, el icónico que hizo frente a los tanques de las protestas estudiantiles de Tiananmén siendo aplastado por el vehículo...

En su blog, Broome, tomando prestadas algunas nociones de la física cuántica, propone la hipótesis de que los múltiples universos paralelos se están ramificando cada vez más, entrando en conflicto, tocándose y cruzándose en algunos puntos, yendo a parar a un universo con personas o elementos de otro paralelo. Algunos que se han puesto a elaborar teorías en lugares como el subreddit The Mandela Effect llegan hasta a afirmar que algunos universos se colapsan y elementos de esos universos van a parar a otros. Así que quizá tú, lector o lectora, has sido desplazado a este universo desde otro universo de origen que, siento decírtelo, se ha desmoronado por algún motivo y en el que, además, Mandela lleva muerto 30 años y nunca liberó a Sudáfrica del apartheid.

El "efecto Mandela" bien podría haberse llamado "efecto Berenstain", ya que el caso de los Osos Berenstain es uno de estos "errores en Matrix" que ha conseguido que un mayor número de personas se lleve las manos a la cabeza, miren a su alrededor estupefactas y pregunten: "Un momento, ¿qué está pasando aquí?".

El revuelo lo levantó el bloguero llamado Reece en su artículo The Berenstein Bears: We Are Living in Our Own Parallel Universe. Los Osos Berenstain no son tan populares en España como podrían serlo los libros de Teo, por ejemplo, pero para toda una generación de americanos parecen haber sido una parte importante de su educación y muchos crecieron leyendo sus libros cientos de veces y viendo la serie que se empezó a emitir en 1985. Cuando una de sus co-autoras, Jan Berenstain, murió en 2012, Reece vio la noticia y pensó que habían cometido la falta de respeto de escribir mal su apellido. Los osos siempre se habían llamado Berenstein, podía estar seguro. Pero cuando fue a comprobarlo en Internet, se dio cuenta de que siempre se habían llamado "Berenstain" y todo el mundo lo había escrito siempre así. Todo el mundo excepto las cantidades ingentes de personas que, tras leer este artículo, corrieron a comprobar las portadas de los libros de su niñez para observar entre escalofríos aquella letra que suponía una pequeña y gran diferencia entre la cordura y la demencia. Actualmente es fácil encontrar vídeos sobre el tema y debates en los que la gente del "Universo E" jura y perjura que recuerda perfectamente que se llamaban "Berenstein".

Hay otros ejemplos del efecto mandela con títulos de series como Sex and The city, que es recordada por muchas personas como Sex in the City. También en la web se pueden encontrar casos de personas que al despertar no reconocen las cosas más elementales de su entorno, incluso el caso de una mujer que dice que nadie en su familia recuerda una operación en el hombro de una de sus hermanas. Otro también es con el cereal Froot Loops que es recordado por algunos como Fruit Loops..

El blogger Sirius Mazzu, comentó que este fenómeno viene de años atrás y bien pudiera llamarse fenómeno Philip K Dick.

Les dejo a continuación con un pasaje de la obra 'Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos' de Emmanuel Carrère, en el que se vislumbra como Philip K Dick también pensaba que las líneas de tiempo son cambiantes:

La primera alerta se produjo una noche en que Kleo había preparado una lasaña. Después de cenar, conversaban escuchando música cuando Phil sintió un dolor en el estómago. Se levantó diciendo que iba a buscar un medicamento y enfiló por el pequeño pasillo oscuro que conducía al cuarto de baño.

Frente a la puerta, buscó a tientas el cordón de la lámpara.

«¿Estás bien?», preguntó Kleo desde el comedor. «Sí», respondió él. Pero no encontraba el cordón. Sin embargo, sabía que colgaba a la izquierda de la puerta. Era absurdo. Con los brazos y los dedos extendidos empezó a dar vueltas en la oscuridad.Tuvo un arrebato de pánico, como si todo hubiese desaparecido a su alrededor. De tanto agitarse, su cabeza chocó con la esquina del botiquín. Los frascos de cristal del estante se tambalearon. Lanzó un insulto. La voz de Kleo, increíblemente lejana, repitió: «¿Estás bien?». Luego: «¿Qué pasa?». Phil murmuró, sin duda no lo suficientemente fuerte como para que ella lo oyera, que no encontraba el maldito cordón de la lámpara...,cuando de pronto comprendió que el cordón no existía. Existía, sí, y siempre había existido un interruptor a la derecha de la puerta. Lo encontró sin ningún problema y lo activó con un golpe seco. La bombilla del techo se encendió.
Observó el cuarto de baño con desconfianza. Todo parecía normal, no muy limpio, pero normal. Había algo de ropa interior secándose sobre la bañera. Una cucaracha atravesó las baldosas del suelo.Se contuvo para no aplastarla.

Abrió el botiquín evitando su imagen reflejada en el espejo, enderezó un frasco caído, cogió el de las pastillas para el dolor de estómago y tomó una con un vaso de agua. Después, tras apagar la luz con cuidado, para que el interruptor no hiciera ningún ruido, regresó al comedor. Kleo había terminado de recoger la mesa y lavaba los platos en la cocina. Phil se acercó, pensando: «¿De dónde he sacado el recuerdo del cordón de una lámpara? Un cordón preciso, de una longitud precisa, en un lugar preciso. No buscaba a tientas porque sí, como lo hubiese hecho en un cuarto de baño ajeno. No, buscaba el cordón de una lámpara que estoy acostumbrado a utilizar, lo suficiente como para crear un reflejo en mi sistema nervioso».

—¿Alguna vez te ha pasado que buscabas el cordón de una lámpara que no existe en lugar de un interruptor? —preguntó Phil.
—¿Por eso has tardado tanto? —dijo Kleo, sin dejar de lavar los platos.
—¿De dónde habré sacado la costumbre de tirar de un cordón de ese tipo?
—No sé. Ya casi no quedan. Hoy todas las lámparas funcionan con interruptores. Quizá sea un recuerdo de tu infancia que ha vuelto a aflorar.


Nada nuevo bajo el Sol. Pues bien, aquí un breve párrafo de la reflexión del blogger Bradley Loves, acerca de este tema:
"(...) Son los extraordinarios descubrimientos que estamos haciendo ahora de "nuestro pasado"…, simplemente un reflejo de nuestras percepciones cambiantes dentro del ahora?

O a la inversa, a medida que nuestras percepciones cambian dentro del AHORA…, el PASADO cambia para reflejar lo que nosotros estamos aparentemente experimentando y comprendiendo?(...)"

Muchos conspiradores del mundo atribuyen esto a algún tipo de manipulación global por parte de la elite para crear incertidumbre en la población y claro modificar a su conveniencia algunas cosas del pasado.

Se habla de que el medio utilizado podría el CERN/LHC, el cual ha sido mezclado en infinidad de teorías de conspiración.

Se dice que el CERN pretende abrir portales interdimensionales.

¿se debe todo a un error de memoria selectiva? ¿alguien o algo esta alterando las leyes de la física conduciéndonos hacia una realidad paralela? o acaso todo se trata de una paranoia colectiva?.

martes, 18 de octubre de 2016

Obedezca las señales - Historias de terror y Creepypastas



Ocasionalmente tengo que conducir entre mi lugar de residencia en Nebraska y varios lugares de Illinois donde viven varios miembros de mi familia. Si alguna vez has hecho este viaje, sabrás que hay grandes extensiones desiertas en el camino. Iowa es conocido como el “estado del maíz” por una buena razón. Y quizá, si has seguido por la misma ruta que yo, podrás darle algún tipo de crédito a estos sucesos sobrenaturales que experimenté en carne propia.

Mi padre se encontraba en una situación complicada. Hacía tiempo que luchaba contra una enfermedad y según los médicos no le restaba mucho tiempo de vida, así que era mi obligación estar presente. Fue así como me encontré a mí mismo en un viaje a media noche cruzando el estado de Iowa, algo que siempre procuré evitar. Había visto suficientes ciervos muertos a las orillas de la interestatal como para saber que tienen la mala costumbre de saltar en el momento menos oportuno. Por eso iba atento a los lados del camino, asegurándome de tomar todas las precauciones, pues dudaba que el parabrisas de mi hatchback resistiera el impacto contra un ciervo.

Tras dos horas de camino, noté que era el único vehículo sobre la carretera, no podía ver ni un solo destello de luz atrás o adelante de la ruta. No tenía idea de cuánto tiempo llevaba así pero, por decir lo menos, me resultaba un poco inquietante. Aunque lo consideré algo plausible, dado que era un día entre semana por la noche. Una vez que encontré la lógica en esa situación tan extraña, percibí otra rápidamente. Una señal de límite de velocidad aproximándose. Generalmente, estas señales limitan al conductor a los 80 o 110 km/h, pero esta no.

LÍMITE DE VELOCIDAD: NINGUNO.

MÍNIMA: 160 km/h

Cómo lo habría hecho cualquiera, pensé que aquello debía ser una broma y seguí adelante con la misma velocidad. Pero fue imposible no ponerme un poco nervioso. No había visto ningún otro automóvil y ya habían pasado alrededor de 10 minutos. No era algo imposible, pero tampoco quería que pasara en ese preciso instante. Deseaba ver otro automóvil conducido a una velocidad aceptable (o no aceptable, ya no importaba) en el otro carril. Dejé de pensar en ello cuando apareció otra señal.

SIGUIENTE SALIDA: LA QUE NECESITES.

Aquella señal parecía perfectamente creíble. Empecé a analizar mi ubicación en la ruta y vagamente recordé una salida cercana… pero, ¿quién escribiría cosas de ese tipo? Me resultó extremadamente inquietante. Tomé el teléfono para detener la música, así poder concentrarme mejor en lo que estaba sucediendo, pues otra señal se aproximaba. Era de un color naranja brillante y me preguntaba cómo se me había podido pasar antes.

SIGUIENTE SALIDA CERRADA.

Una parte de mi estaba realmente agradecida de no tener que elegir entre tomar la salida o seguir en el camino. Casi sentí un alivio tangible, como si me hubieran quitado un peso enorme de los hombros. “¿Qué está pasando?”, eso es lo único en lo que podía pensar y… “¿Por qué no he visto ningún otro auto aún?”. Traté de alejar esas ideas de mi mente mientras otra señal de límite de velocidad aparecía en mi campo visual. Era la misma que había visto al principio. Tomé la decisión de obedecer y aceleré, pero pronto noté lo cansado que estaba.
Conducir durante la noche en el medio de la nada no es una buena idea, reflexioné, especialmente después de un duro día de trabajo. Honestamente estaba pensando en tirar la toalla, buscar un lugar donde estacionarme y pernoctar ahí, hasta que vi otra señal.

NO SE DETENGA POR NINGÚN MOTIVO
LOS SIGUIENTES -blanco- KILÓMETROS.

En ese instante empecé a sentir los primeros síntomas del auténtico miedo. El cansancio se esfumó y la descarga de adrenalina me hizo pisar el acelerador a fondo. Jamás había visto una señal como esa en todos mis viajes, era imposible ignorarla. ¿De qué forma alguien indicaría algo como eso? No, definitivamente eran falsas, pero las tomé como un sólido consejo.

En ese punto corría a toda velocidad por la interestatal. No tenía idea de dónde me encontraba. No sabía cuánto tiempo había transcurrido… mi reloj funcionaba a la perfección, pero no podía recordar durante cuánto tiempo había estado conduciendo, o por dónde había pasado hacía 5 minutos. Y así seguí conduciendo durante lo que me pareció una eternidad, tratando de apartar la vista de las señales, pero no podía… y las cosas no hicieron más que empeorar.

SIGUIENTE SALIDA: LA QUE TÚ QUIERAS.

“¿Quién haría estas estúpidas señales?…”

DESPACIO, NIÑOS JUGANDO.

“¿En la interestatal?” Empecé a entrar en pánico…

ALTO.

“No”, pensé o tal vez grité.

ALTO.

ALTO.

ALTO.

ALTO.

Noté que la música estaba demasiado alta y… ¿cómo llegó esa canción a mí playlist?

En ocasiones sentía como si… como si alguien me estuviera vigilando.

Entonces recordé que había apagado la música… llevé la vista de la carretera al teléfono, y de mi teléfono al espejo retrovisor. Y allí, encogiéndose a medida que me alejaba, estaba la silueta de un hombre con los brazos extremadamente largos y orificios donde debería haber un par de ojos. Lo observé hasta que no pude más, hasta que desapareció en el retrovisor. Entonces puse los ojos de nuevo en el camino.

Y se encontraron con una mujer gritando, siendo atropellada por mi auto.

El parabrisas atrapó un poco de sangre, aunque todo su cuerpo desapareció por debajo. El auto rebotó de forma violenta, peor que cualquier golpe que hubiera experimentado antes. Estaba temblando, en verdadero shock mientras quitaba el pie del acelerador. Pensando en regresar, y si hubiera pisado el freno, dudo que hubiera tenido la posibilidad de contarles esto. Allí, al lado de la carretera, había otra señal, una de las muchas a las que debo mi vida.

NO FRENES.

Cuando hundí el pie en el acelerador, volví a ver por el espejo retrovisor. Cuando se dio cuenta que no me iba a detener, reveló su farsa. Se levantó del suelo como si alguien, desde arriba, tirara de unas cuerdas. Se quedó allí, mirando, igual que el anterior. Cuando retiré la mirada para concentrarme nuevamente en el camino, ya no sucedió lo peor. Afortunadamente no había otro peatón gritando frente al auto. No retrocedí el pie del acelerador durante un buen rato.

La siguiente señal de límite de velocidad con la que me encontré parecía normal. Pero no aminoré la marcha hasta que vi la segunda, en ese momento supe que estaba a salvo. ¿Por qué? Después de la primera señal normal me encontré con una gran señal de color naranja brillante. Un alivio se apoderó de mí cuando la leí, y casi se me escapan las lágrimas de alegría. Aquellas cuatro palabras escritas en esa señal se quedarán conmigo para siempre.

FIN.
MANEJE CON PRECAUCIÓN.


FUENTE: Texto de ethret, traducido y adaptado por Marcianosmx.com

lunes, 17 de octubre de 2016

El perfil psicológico del Joker: ¿un loco como cualquier otro? - Articulos



Nota del administrador: Lo que leerán a continuación es un análisis exhaustivo y complejo. No es apto para el usuario promedio ya que contiene lenguaje técnico y datos complementarios que a mi parecer podrían carecer de importancia para el público general pero que, sin embargo, ayudan en el desarrollo y entendimiento de los puntos importantes del artículo. Como resultado de ello podrás comprender profundamente la psicología del Guason (The Joker) uno de los villanos más famosos en el mundo de los comics.


El perfil psicológico del Joker: ¿un loco como cualquier otro?

El tema de la locura ha sido analizado a través de la historia por un sinfín de psicoanalistas, psiquiatras, neurólogos, filósofos, novelistas y hasta directores de cine. Pareciera que el loco, entendido como un anormal, como aquella persona que no se adapta a los esquemas canónicos de pensamiento o acto, termina siendo un tema fascinante para cualquier análisis social o del individuo. Pero, ¿por qué la locura es tan interesante? Probablemente, por su intrínseco carácter de anomalía, que la torna riquísima como tema de análisis. O también, porque los grandes analistas de la locura han tenido un poco de la misma en su interior. Es “anormal” analizar a los locos, juntarse con ellos, buscar sus pistas y descifrar sus porqués. Y, ¿qué es un loco sino acaso, un anormal? Hay que ser anormal para estudiar al loco. Si bien no todo psiquiatra está loco, sí debe meterse en la mente del loco, ponerse los zapatos del loco. Si simplemente lo reprime o ataca, sin entenderlo, no podrá curarlo. Y es medular para la psiquiatría y para la psicología, como ciencias, “curar al loco” para poder legitimarse. ¿Qué sentido habría en estudiar al loco si no es para buscar su cura? Vaya pérdida de tiempo que sería andar detrás de los locos sin poder garantizar que un día dejarán de serlo, o que a través de su estudio, “se puede evitar que otros, sanos, se vuelvan locos”.

Llegamos a un punto interesante. ¿Cómo se cura el loco? Haciéndolo normal, o de menos, “haciéndolo parecer normal”, que es lo más espeluznante. No importa si el loco ha dejado de serlo o no, basta con que no externe su locura, con que no se deje ver loco. Lo que ocurra en y con su mente, no importa. Nos basta con lo que nos digan sus actos. A nivel perlocutivo e ilocutivo puede ser loco si quiere. Podría vestirse extraño o no ser una persona coherente, podría tener mal humor o consumir drogas, todo eso podría resultar “aceptable”. Lo que sí resultaría inadmisible, sería que el loco atentara contra su sociedad, que mostrara abiertamente su anormalidad al atacar la normalidad del “otro”. Es decir, que sea loco a nivel locutivo. Esta es a grandes rasgos, la premisa de Foucault (historiador de las ideas, psicólogo, teórico social y filósofo francés) en Vigilar y castigar: historia de la prisión (1978). En este ensayo sobre la locura y la forma en la que se le reprime, Foucault establece que prisiones y manicomios no son en sí, instrumentos para la curación de los anormales, sino simplemente medios de aislacionismo para la protección de los normales. La idea de la represión viene entonces del discurso de que el loco debe ser un paria (persona que pertenece a la clase social inferior). No hay forma en que un loco y un normal puedan convivir. El loco acabará haciendo al normal otro loco, un anormal. ¿Por qué las fuerzas especiales de Gótica andan tras el Joker? No se debe precisamente a que se vista extraño, sea sucio, tenga malos modales y actúe de forma anómala. Todos esos actos perlocutivos de su locura, que lo hacen anormal y lo exentan de encajar con los normales, no ameritarían una represión, más allá de “pequeños castigos” que lo condujeran, tarde o temprano, a normalizarse. No podría entrar a un restaurante vestido como payaso ni acceder a un edificio público sin ser criticado. Tal vez ninguna novia le gustaría besar a un hombre tan sucio. Son estos “pequeños castigos” los que lo harían “normalizarse” y punto final. Pero, ¿por qué la cárcel?, ¿por qué atrapar al Joker? Porque es “peligroso”. Porque “daña” a la sociedad. Mata, es un criminal, infringe la ley. Entonces, ¿cuándo el anormal deja de ser un “anormal inofensivo” y pasa a ser un “criminal”?, ¿cuál es la diferencia entre un hombre con complejo de payaso y el Joker, que se ha vuelto un “anormal ofensivo”?

De la Anormalidad a la criminalidad

De 1975 a 1977, Michel Foucault impartió en el Collége de France, en París, un curso de psiquiatría sobre la anormalidad (Les anormales, 1977). Durante los sesenta, Foucault había sido severamente criticado por lo que le denominaban su “defensa de los locos”, ya que él argumentaba que el loco posee un problema de discurso, y no precisamente una falla neurológica o un “trauma”, propiamente dichos. La niñez y el subconsciente, según Foucault, son parte sustancial en la formación de un loco, pero la sociedad, sus discursos y la forma en la que éstos sean impuestos al individuo, también tienen responsabilidad en la articulación de “nuevos locos”. Por ende, hay sociedades y discursos sociales que pueden crear locos, o bien, hay individuos que llegan a un punto de descontento social o de una contraposición de su discurso personal –subconsciente- con el externo, articulado por la misma sociedad, que se vuelven automáticamente anormales. Los postulados de Foucault son, a grandes rasgos:

a) El loco es peligroso. Como veremos adelante, hay distintos grados de anormalidad. Mientras el loco no llegue a la monstruosidad, no es propiamente un loco, sino un “individuo anormal” que bien puede cooptarse a la sociedad a través de la “normalización”, o ser ignorado por los normales.

b) Todo loco es aquél que lo ha perdido todo, menos la razón. En su discurso, el loco es coherente, lógico y cabal. Tiende a pensar que fuera de lo que él siente, ve, vive y afronta –sea producto de su imaginación o no, eso es aparte-, hay incoherencia, porque él es coherente dentro de sí.
c) El loco es el que guarda una gran verdad, una verdad que a la sociedad no le gusta, y que por eso la reprime. El loco no puede reprimir esa verdad y por eso, actúa. El loco vive “algo” o ve “algo” que lo enloquece. Lo hace delirar, lo vuelve iracundo, lo torna represivo. En pocas palabras, cambia su vida, su actitud y su discurso. La “verdad” del loco, aquello que le ha tocado vivir o ver, se relaciona con una falla del discurso “funcional” de la modernidad, que establece el progreso, el bienestar y la perfección –la postmodernidad es tal vez, la noción social de que este discurso ha fallado-.

Generalmente, el loco ha sido víctima del abuso sexual, de la violencia física, del abuso verbal, del chantaje, de la impunidad. Factores que no “deberían” ser parte de la sociedad, que la sociedad en su discurso “armónico”, no asimila. Por ende, la sociedad no pretende ayudar al loco a superar su “verdad”, no escucha su “verdad”, y es más fácil callarlo. Sólo callando a los locos la sociedad seguirá siendo perfecta y funcional. Sólo así la legitimidad de su discurso prevalecerá. Por ende, la represión al loco se debe a la inconveniencia de su verdad. El loco, incapaz de externar esa “verdad incómoda”, amenaza a la sociedad que lo reprime y que es además, la gran culpable de lo que le ha tocado vivir, de que tenga una “verdad” qué callar. Por eso, el loco se vuelve criminal, por el afán de externar lo que ha vivido, de no callarse.

d) Hay tres grados de anormalidad: el incorrecto, el masturbador y el criminal. El primero, es aquel extraño ante los ojos de los normales pero que no es dañino, el segundo, aquél que guarda pensamientos de atentado social o en contra del discurso establecido, pero que los reprime, siendo aparentemente normal, y el tercero, el que piensa en contra de la sociedad y atenta contra su seguridad.

Relacionemos los puntos de Foucault con el Joker para poder determinar si se trata de un “anormal” o no, y de qué tipo. Primeramente (a), el Joker sí es un loco, porque es peligroso para el discurso de Gótica, que le ofrece seguridad a sus ciudadanos. El Joker busca ante todo, la destrucción de la ciudad y de sus habitantes, que son los que, según su discurso personal “lo han convertido en lo que es”. Manteniendo una idea muy parecida a las tesis de Rousseau en su Contrato Social, para el Joker, todo individuo es corrompido por la sociedad en la que vive. Por ende, si la sociedad no es “funcional” tal y como la conocemos, hay que destruirla. El Joker está consciente de que una “reforma” o una “revolución social” no serían suficientes. La sociedad, corrupta, malagradecida y decadente, siempre será imperfecta, porque hallará su camino, no importando aún las reformas, hacia el malfuncionamiento.

La solución está en la destrucción. Harvey Dent, con su discurso de “reformar y luchar por Gótica”, puede jugar el papel de un revolucionario. Batman, con su idea de justicia social, puede también ser un reformador. Pero no el Joker. Él es un destructor que, de paso, se divierte destruyendo. Ríe mientras asesina, le fascinan las explosiones y se goza en ver el sufrimiento humano cuando tortura a sus víctimas. No puede negarse su carácter de criminal, y que desde el punto de la vista de la ética, esto “está mal”, ya que el asesinato o la destrucción son injustificables. Por lo tanto, tampoco puede negarse que es un peligro para cualquier entorno social “pacífico”. Una sociedad “organizada” no puede “mantener un loco entre sus filas”.

Al respecto de que el loco sea quien haya perdido todo, menos la razón (b), Foucault no pudo haber sido más acertado. El Joker es el ejemplo ideal del “loco racional”. Aparentemente, el Joker es impulsivo, no razona y es peligroso por su espontaneidad, porque “no se sabe lo que hará”.
Sin embargo, tal vez el Joker sea más frío y calculador que la mayoría de los “normales” en Gótica. Todo lo que hace el Joker tiene un propósito, un discurso implícito. Los actos criminales del Joker no son espontáneos, como no lo es su maquillaje ni frases. Cómo lo veremos más adelante en un análisis riguroso de esta “filosofía de acción” (su discurso personal), el Joker como “alter ego” es el producto de una cadena de razonamientos lógicos que se suceden de la siguiente forma:
A) Premisa inicial: La sociedad está al borde de su corrupción (…es una porquería).
B) Premisa fundamental: Ningún discurso social es válido ni legítimo. Todos son incongruentes. Vivimos una sociedad de mentiras, de máscaras.
C) Motivo de acción: Debo destruir a la sociedad si es que deseo atacar la ambivalencia de sus discursos. Además, destruirla es divertido, ja, ja, já –diría el Joker-.
D) Acción: Usaré una metáfora para la destrucción social, la del payaso (punto que abordaremos más adelante).

En la “razón” del Joker, el entorno social está plagado de maldad y, por mucho que el ser humano se proponga ser bueno, caerá tarde o temprano en el acto malo, a través de la imitación de lo que ve y de un “irreprensible deseo de maldad”. Éste es otro de los puntos medulares que el Joker defiende, la proclividad natural de los seres humanos hacia la corrupción, que se acelera en un proceso de vida social-ciudadana (civitas) y urbana (urbanitas). Como Hobbes o Maquiavelo, el Joker cree que el ser humano es malo por naturaleza, pero no porque sea “malo” en un sentido moral, sino porque antes de hombre, es animal, y como todo animal, pretenderá conservarse a sí mismo antes de pensar en preservar la vida de los demás. Para el Joker, el interés es el principal motor del hombre. Si los criminales persiguen un interés –volverse millonarios, por ejemplo- y le enfocan todos sus actos y ánimos, no son por ende “malos” sino un ser humano como cualquier otro, cuyos intereses en particular afectan a la sociedad civil. Al Joker le repudian, tanto los criminales “convencionales” que actúan por un interés material o político, como la sociedad civil, que egoístamente también persigue sus propios intereses sin voltear a ver a los “marginados”, como lo ha sido el mismo Joker, que declara haber tenido una niñez disfuncional y haber sido víctima de la violencia. Cuando el Joker les paga a unos hampones después de un desembarco existe una montaña de dinero (el pago). Joker prende fuego a la misma y dice: “¿Creen que yo hago las cosas por dinero? Qué terrible.” En pocas palabras, el Joker está en contra de “todos los bandos”, de la policía, del crimen organizado y de los civiles, porque en su noción de “sociedad sistemática” –el complejo que integra los tres grupos-, todos son iguales: egoístas y movidos por el interés.

En la película se puede notar concretamente la aversión que el Joker siente tanto por criminales como por civiles y policías. Cuando ésta comienza (con el robo a un banco de la ciudad), pensamos que el Joker es un ladrón como cualquier otro que, a diferencia de la mayoría, sólo se viste de payaso y usa máscaras de payasos para sus secuaces. Sin embargo, un detalle nos inquieta durante el robo de la secuencia inicial: conforme el grupo de “payasos” va aproximándose a la caja fuerte del banco a robar, los secuaces van asesinándose entre sí, dejando solo al Joker en el acto. Descubrimos a los pocos minutos del ingreso al banco, que no se trata exactamente de un robo –aunque sí, el Joker se quede con todo el dinero del motín-, sino más bien, de un experimento social al más puro “estilo Joker”. Es una forma de demostrar que el ser humano es movido por el interés y que como todo animal, irracional e instintivo, termina haciendo “lo que sea” en la consecución de este interés. ¿Por qué los secuaces se asesinan entre sí? Muy sencillo: El Joker debió haberles dicho por separado e individualmente, que matando a sus compañeros de proeza compartiría exclusivamente con ellos el motín. Obviamente todos cayeron en la trampa. Unos fueron matando a otros hasta que el Joker asesinó al último.

Aunque nos cueste aceptarlo, el robo del banco nos muestra sólo una cosa: el Joker es un genio. Independientemente de que su “performance” o experimentación involucre asesinatos y destrucción de edificios, no se puede negar la capacidad racional del Joker ni su carácter de “científico social”. Cada crimen posee el objetivo de demostrar su tesis, de confundir a la sociedad y de sacar lo más vil de los seres humanos. Sin embargo, el Joker no es Foucault ni Roland Barthes. Él sabe que de ser un “científico social” convencional, que escriba sus tesis de corrupción social o dé clases en una universidad, no podría generar el particular “efecto Joker”. Un impacto a gran escala que, de paso, por su demencia, lo divierte. Más adelante veremos cómo independientemente de loco, el Joker es un demente (que no es lo mismo), debido a su desequilibrio emocional personal, estrictamente psicosomático y no racional.

Para poder parecer “racional”, el Joker debe agremiarse a un círculo social inevitablemente. De no ser así sería una especie de ermitaño delirante. Por eso, el Joker se dice criminal y actúa como tal. Sabemos que no es propiamente un criminal, ya que su interés no es el dinero ni la destrucción terrorista por una causa de grupo, sino la “experimentación social” por la experimentación misma. Sin embargo, los criminales son buenas “herramientas” para lograr lo que quiere, porque tienen en común con él, el ánimo de destruir a la sociedad, aunque sea por motivos diferentes (el dinero o la presión a las instituciones para que cumplan sus demandas). Ahora que, si el Joker quiere usar deliberadamente a los criminales de Gótica para sus experimentos sociales, debe erigirse como el “líder de los criminales” de la ciudad. ¿Cómo es que el Joker se empodera en el círculo criminal? Podemos verlo específicamente en una secuencia de la película de Nolan. El Joker tiene una reunión con la crema y nata de la criminalidad de Gótica. Cuando llega a la junta, vestido de payaso y maltrecho, la mayoría lo toma como inofensivo. “¿Quién es este loco?”, dicen. Sin embargo, al poco tiempo comienzan a respetarlo. En su muy particular estilo, Joker dice “haré para ustedes, un truco de magia” colocando un lápiz en posición vertical, sobre una mesa que se encontraba frente a él. Después, toma por sorpresa a uno de los criminales y azota su cráneo contra la mesa, enterrando el lápiz en su frente. Aún los más temibles criminales se sorprenden de la espontaneidad con la que el Joker asesina. Se notan estupefactos por su completa “inhumanidad”. Vale la pena detenernos en este punto para mencionar un aspecto que más adelante abordaremos a fondo: el “performance”. No es que Joker sea en sumo cruel –que sí lo es-, lo que lo hace “respetable”, sino su capacidad de “reírse” de sus propias fechorías. Es un fantoche sádico. Trasgrede el nivel de la rudeza para pasar al del lunatismo. No carga con culpa, pero tampoco con amargura. Él, como ya hemos establecido antes, “sólo quiere divertirse”, y para lograrlo, “ridiculiza” a la sociedad en la que vive, hace de su contexto un circo. No le mostró respeto a los criminales, no se mostró temeroso, ni amedrentado por su prestigio, historial o armas. Él llegó y riéndose, asesinó a uno de ellos desfachatadamente.

Posteriormente, el Joker les plantea un trato: una recompensa a aquél que asesine a Batman. “Digamos que, quiero que eliminen al murciélago”, dice.
Notaremos posteriormente que el Joker quiere hacer con los criminales de la junta, lo mismo que hizo con sus secuaces del robo del banco. Planea motivar a una competencia entre ellos en la que se vayan eliminando por selección natural, movidos por su propio interés económico. Mientras, el Joker se deshará de su principal problema, Batman, y podrá seguir “experimentando” con la sociedad a su antojo. Tal vez la prometida “recompensa” no existe, porque como sabemos, el Joker es un traidor. Como odia a todo y a todos, no tiene amigos ni lealtad con ningún individuo o grupo. Se sabe perfectamente independiente. Pero, ¿por qué al Joker no le gusta la gente?, ¿por qué no admira ni mucho menos respeta, a nadie? Debido a que su propia genialidad, ese “racionalismo” extremo y actitud “crítica” y cartesiana permanentes, lo han convertido en una especie de “superhombre” que considera inferiores a sus semejantes. Podemos concluir entonces, que el Joker es presa de un “delirio de grandeza”; posee una egolatría desmedida. Esto va a terminar cuando el Joker se enfrente con su perfecto némesis: Batman, a quien odia y sin embargo respeta. Al finalizar la película de Nolan nos damos cuenta de que Batman y el Joker son más parecidos de lo que pretendían ser. Ambos son “metáforas” de lo extraordinario –el payaso es ridículo y el murciélago es temible-, y los dos poseen una permanente actitud crítica de la sociedad. Sin embargo, el Joker parte de la destrucción y Batman de la “resignación”. Para Batman la sociedad no es mala ni egoísta, simplemente está confundida y es débil, tiende a seguir a un “protector” y ése es su gran problema. Así, el Joker y Batman personifican el eterno debate sobre la “naturaleza humana”, prevaleciente desde Platón (el idealismo) y Aristóteles (el pragmatismo).

Habiendo establecido que el Joker es un ser perfectamente racional y con una “ideología” propia (su discurso), podemos pasar a debatir si posee una verdad mitigada por la sociedad (punto c de Foucault), o no. El Joker sí posee una “verdad oculta” que lo convierte en su propio “alter ego”. Si este personaje es un anormal es porque “algo pasó” que lo dotó de este carácter. Sin embargo, no sabemos cuál es esa verdad, ya que el personaje decide mantenernos en suspenso. Nos ha dicho muchas cosas que no sabemos si son verdad o no: que tenía una esposa que lo orilló a desfigurar su rostro, o que su padre lo violentaba de niño. Sin embargo, algo es innegable: las cicatrices del Joker y sus ademanes nerviosos, su postura encorvada y su mirada turbada, no son elementos espontáneos. Todos estos factores se hacen presentes porque existió “algo” que los originó, no sabemos a certeza qué. Aunque una cosa sí sabemos: la sociedad, al menos según el Joker, es en parte culpable de lo que él ha sufrido. De ahí su odio por la sociedad misma y su deseo de venganza, su afán de castigo a los individuos que integran la sociedad indistintamente, y su permanente crítica social. Si la sociedad es “hipócrita” y disfuncional para el Joker es porque no pudo salvarlo, porque ni siquiera los discursos sociales –religiosos, morales, políticos- sirvieron en su momento, para salvarlo. Vemos un ejemplo cuando Joker irrumpe en una fiesta y mira a Alfred, el mayordomo de Batman fijamente, y le dice: “Se parece tanto a mi padre, yo odio tanto a mi padre”.

Foucault establece, por otra parte, que las “verdades terribles” de los anormales siempre pretenden ser mitigadas por la misma sociedad que las ha motivado, debido a que a ciertos grupos de ésta, los dominantes, no les conviene que “esta verdad se sepa”. No sabemos la “verdad” del Joker, pero tal vez entendiendo que ésta existe, podemos entender porqué el personaje se abroga el carácter de “desmitificador” de la sociedad. La “verdad” del Joker debe ser una cosa horrible. Pudo haber sido abusado por un criminal y desfigurado, pudo haber sido víctima de maltrato familiar, tal vez su propio desequilibrio –esquizofrenia, por ejemplo- o adicción a alguna droga, lo llevaron a desfigurarse en medio de un tormento indescriptible. Quién sabe. Pero algo sí es innegable: todas las “verdades” que no deberían saberse, son en parte exteriorizadas y además, ridiculizadas, por el Joker. Él se burla de la policía porque el discurso de ésta es “servir y proteger”, y sin embargo no lo hace. Se burla de los criminales porque aún siendo “los malos”, son impresionables y patéticos, “siguiendo como ratas una recompensa” (dice el personaje). Se burla de Batman porque es el “gran defensor de la sociedad” y porque es, sin embargo, un “patético tipo vestido de murciélago”. Y se burla de él mismo porque sabe que en el fondo no es nadie, sino “un individuo más”, que a pesar de sus crímenes no detendrá a los órganos de poder.

Ante el punto final propuesto por Foucault (d) sobre los tres grados de anormalidad (el incorrecto, el masturbador y el criminal), podemos destacar que el Joker posee características específicas de cada una de las clasificaciones foucaultianas. El incorrecto es, según Foucault, aquél cuyos modales, vestimenta, jerga o pensamiento, no concuerdan con el entorno social ni con su discurso. El Joker es un incorrecto porque se viste como un payaso, escupe en la calle y “viola” las reglas de comportamiento social en distintos entornos. Como veremos a posteriori, irrumpe en una fiesta y se comporta como un patán, maneja un tráiler desenfrenadamente en un estacionamiento y destruye un banco. Sin duda, esto no es “correcto” socialmente. La segunda categoría, el masturbador, habla de aquél que reprime ciertos deseos o que se detiene de llevar a cabo fantasías personales. El Joker a simple vista no es un masturbador. ¿Cómo podría serlo acaso un hombre que parece hacer lo que se le pega la gana sin respetar códigos ni establecimientos? Sin embargo, debemos hacernos una pregunta: ¿por qué no sabemos la verdad sobre quién es el Joker?, ¿por qué se oculta detrás del maquillaje? Porque tiene un poco de masturbador, por extrovertido que parezca. No desea que se sepa quién es en realidad, ni porqué es el Joker. Solamente, es el Joker y punto. Tal vez en el fondo no sea agresivo sino depresivo, probablemente estuvo enamorado alguna vez… quién sabe. Todo eso es tema vetado: está reprimido.

Finalmente, nos queda sólo determinar si el Joker es un criminal, tercera característica de Foucault sobre el loco. Creo que, hablando como hablaría el Joker, nos quedaría decir: “… ay, por favor, ¿todavía necesitamos más pruebas que el banco, el asesinato del criminal con un lápiz, lo del tráiler y las múltiples torturas?... ¡Debe de ser una broma!”.

El loco en la postmodernidad: del ogro al monstruo asesino

Hace poco charlábamos con la Maestra Isabel Chávez Zamora, quien trabajo en un hospital psiquiátrico en la unidad de psicóticos, sobre el Joker, conmocionados sobre su particular caso. Le preguntamos qué pensaba del payaso y nos dijo: “es un psicótico, como muchos en esta postmodernidad”. Chávez nos contaba que en su tesis de licenciatura para obtener el título de psicóloga, desarrolló un tema que le quedaba como anillo al dedo a mi análisis del Joker: cómo en la postmodernidad, el neurótico ha pasado a ser un psicótico.

Busqué el libro que Zamora usó para su tesis, La psiquiatría y el poder, del ya referido Foucault. Nos encontramos con una premisa apasionante, que no podemos dejar pasar en este trabajo. Según Foucault, el loco de la “modernidad” era un neurótico, mientras que el loco de la “postmodernidad”, es un psicótico. Los discursos sociales de la era moderna (desde el siglo XVIII hasta mediados de 1950, circa) eran tan legítimos, dominantes y verticales –creados por órganos de poder, supremos e intransigentes, como la iglesia o los monarcas y dictadores- que el ser humano difícilmente podía transgredirlos. Por miedo a la represión –cárcel, muerte- el hombre no llegaba al punto de ser un criminal, sino que se quedaba en ser un incorrecto o un masturbador. Se volvía, entonces, un “neurótico”. Sufría de migrañas, estrés, depresión y mal carácter. Gritaba a sus hijos y esposa, manejaba como un cafre… pero jamás llegaba al punto del crimen. Se manejaba en el plano mental, ideático, no pasaba a lo material, a lo pragmático. ¿Qué pasa en la postmodernidad? Que los discursos hegemónicos están tan trivializados y son tan fácilmente criticados, que se vuelven ilegítimos. Los órganos de poder suavizan su represión y por fin, se abre la puerta a la “venganza de los neuróticos”. Los que antes no soñaban con conseguir un arma la compran en el mercado negro. Los que anhelaban volar edificios, usan el Internet para saber cómo hacer una bomba casera. Los neuróticos pasan a ser psicóticos. Los depravados ahora son violadores, los violentos ahora son asesinos y los que antes éramos, simplemente mal encarados o “enojones”, nos volvemos neuróticos debido a la violencia en la que vivimos.

El Joker es un psicótico porque no le basta con la neurosis para “exteriorizar” su discurso. De ser un payaso que gritara por las calles “la sociedad es un asco”, nadie le haría caso. Debe ser un criminal para volverse respetable. Le debe al “performance” que las instituciones de poder lo tomen en serio, le tengan miedo y lo persigan. Digamos que, le debe su “poder social” a la psicosis. Por ende, es feliz asesinando y estallando edificios porque es éste, su medio para autorrealizarse. Como cualquier psicótico postmoderno, el Joker hace cosas impensables por vías impensables. Podríamos decir que simplemente es una “caricaturización” del hombre que violó 13 años a su hija en Ámsterdam en un ático, del que estalló las torres gemelas chocando con un avión o de los soldados de Abu Grahib, en Irak, que obligaron a sus rehenes desnudos a actuar como perros. Aberraciones, verdaderas aberraciones todas. El Joker es el arquetipo ideal de cualquier psicópata postmoderno.

El elogio de la locura: el Joker como loco y demente

Vale la pena cerrar esta parte del análisis con una comparación entre el Joker y una lectura de uno de los clásicos de la locura que leímos recientemente. Se trata de Erasmo de Rotterdam y su Elogio de la locura, que destaca que la locura es la Moira griega y la Estulticia latina, porque reparte de bienes a los criminales que la poseen; que es Minerva porque dota de sabiduría a quien la abraza y que es estoica, porque es hedonista. El Joker es un loco… qué más pruebas necesitamos. Se queda con todo el dinero de los robos, además de usar los mismos como experimento social, es un genio que bien podría ser denominado “científico social” y un perfecto hedonista, porque vive para divertirse y –aparentemente- jamás reprimirse. Sin embargo, además de loco a nivel pragmático (Foucault), el Joker es también un demente, un desequilibrado (Erasmo).

En el ensayo de Erasmo se destaca que “el loco más que loco es demente. Puede ser que un loco sea sólo un reformador, un soñador, pero el demente es el falto de mente, el que en momentos específicos no antepone la razón a la acción, el que se deja llevar enteramente por sus pasiones, por su deseo.” El Joker no sólo es un ser racional, sino que en ocasiones es demencialmente pasional. Sin contradecirnos con lo que antes hemos establecido, podemos destacar que el Joker no es un completo irracional, ya que posee un manifiesto personal de acción y un discurso concreto, pero en ocasiones, se sale de control y se vuelve irracional a ratos. Un demente. Podemos notar esto en el hecho de que el Joker asesine. Si su afán es el simple “experimento social”, sus “performances” no tendrían porqué terminar en el asesinato. Bastaría con un “he comprobado mi hipótesis, ahora, mi víctima puede ser libre”. Pero no, el Joker debe matar, como todo demente. Si bien humilla a sus víctimas o las tortura, lo puede hacer con la razón, pero la puñalada final, la risa que se desprende de placer, son demenciales. Es el sosiego de la ira contenida, de la sed de venganza. El Joker es loco, pero también es demente.

El discurso del Joker y su “performance”: “¿Por qué tan serio?”

¿De qué te ries, hombre?

Durante las partes anteriores del análisis pudimos construir ya, cuál es el discurso del Joker. Sabemos que odia la sociedad en la que vive, Gótica, y que se ha propuesto destruirla. Conocemos su pensamiento sobre la naturaleza humana, que es egoísta y que únicamente mueve al hombre por la consecución de un interés. Conocemos asimismo, su deseo de venganza por una “verdad” que, si bien desconocemos, la sabemos terrible, y que nuestro personaje analizado es un ególatra, ya que se siente superior a los seres “convencionales” por avergonzarlos y por develar su hipocresía –la anteposición de las apariencias a los verdaderos actos egoístas-. Sabemos que el Joker no está de ningún bando –ni policías, ni civiles, ni criminales- y que sólo quiere divertirse...Es hora de ver cómo es que el Joker hace para elaborar su “gran truco”, para “exteriorizar” ese discurso a través de prácticas concretas.

La metáfora del payaso y la construcción del mito

“Antes del Joker, sólo recuerdo dos casos de payasos que violan el discurso tradicional del payaso”, le dice Eloy a Yuliana (o sea, nosotros) mientras escriben juntos su trabajo de análisis. “Está el caso del Riggoleto, que es el payaso que llora y está el de It, que es una novela de Stephen King que después hicieron película. Se trata de un payaso asesino, de un monstruo que se vestía de payaso para comerse a los niños de un pueblo”. Yuliana destacó que hay muchos más casos: un payaso en la banda de hardcore “Slipknot” que parece un payaso diabólico, un payaso luchador que tiene en su máscara, una sonrisa malévola, y que incluso debe haber casos innombrables de payasos pederastas. Está el payaso de Spawn, que es un diablo-payaso. En fin, la metáfora está desgastada, pero en el caso del Joker es, una vez más, evidente. El Joker es el payaso que no es divertido, que resulta malo y soez. Es “el payaso que no es un payaso”, porque aunque “se parece a un payaso”, no tiene las marcas sintácticas del payaso, sobretodo en el tratamiento estético que Nolan le da al Joker en El caballero de la noche. Resulta ser más oscuro y perturbado que el Joker original de los años cincuenta. Su maquillaje está deslavado y corrido, enfatizando las sombras de los ojos y las cicatrices que rodean su boca, que lo dotan de una sonrisa macabra. Su cabello, permanentemente mojado y caído, parece asemejarlo más a una estrella del metal o del punk que a un payaso, que usa peinados ridículos y alborotados.

Estéticamente hablando, la vestimenta del payaso-Joker constituye en si misma, un acto perlocutivo que quiere decir “no soy convencional porque me visto así, no congenio con la vestimenta tradicional de Gótica, pero además, soy temible por mi rostro desfigurado, enfatizado por el maquillaje”. Podríamos bien comparar el payaso-Joker con los “droogos” de la Naranja Mecánica de Kubrick o con las contraculturas urbanas. Usan su vestimenta para hacerse notar y para denotar su manifiesto personal –“yo soy oscuro, yo soy pacífico, yo soy “plástico” o “me gusta que noten que soy pudiente”; marcas denotativas-. El lenguaje corporal del Joker es también, una forma de denotar su discurso. Se arquea para atemorizar a su víctima, para verla fijamente a los ojos, usa una navaja muy pequeña y siempre la acompaña de una historia, como lo veremos más adelante.

El Joker, por otra parte, no solo es estrafalario por un afán de ser “no convencional” o “incorrecto”, sino para que al distinguirse del resto de los habitantes de Gótica, pueda volverse famoso. Batman, a diferencia del Joker, no desea ser famoso sino “hacer lo que debe hacer”. Opera de noche y pasa aparentemente desapercibido. El Joker, en cambio, es una “gran estrella”. Sus “performances” deben ser comentados y de preferencia, odiados por la mayoría. Debe ser el que ocupa las primeras planas y dejar su huella en cada acto: una carta de póker en la que se muestra la figura de un Comodín, o Joker. Una especie de arlequín.
De esta forma, construye un mito del propio Joker. La “persona” que es el Joker –es decir, ese Juan Pérez que se viste de Joker-, deja de ser y llamarse cómo se llama para pasar a adoptar una nueva personalidad, la personalidad de un mito.

El Joker-mito debe guardar cierto enigma para preservar su carácter mítico. Éste es el porqué el Joker jamás cuenta su historia oculta. Un mago no revela sus secretos. Aún así, todos hablan de él, tanto policías como criminales, tanto medios de comunicación como autoridades políticas (léase Harvey Dent). Roland Barthes define un mito como un “arquetipo social que emana de la misma sociedad y que se impone como figura de admiración pública”. Notemos que Barthes jamás dice que un mito debe ser alguien o algo loable o admirable por distinguirse en un sentido moral. Basta con que sea un “icono” distinguible y polémico por la sociedad. El Joker se consagra a través de sus crímenes como un “mito” creando una narrativa de sí mismo. La ciudadanía Gótica lleva un “registro cronológico” de las acciones del Joker, que se complementan a su vez, con aquello que “se dice del Joker” o que el personaje dice de sí mismo. A estos rumores, especulaciones o “textos complementarios”, se les denomina meta narrativa.

Ejemplo de la construcción fundamental del mito “Joker”:

Registro de acciones

-El Joker roba un banco irrumpiendo con cinco individuos. A todos ellos los asesina.
-El Joker se reúne con los criminales más buscados de Ciudad Gótica.
-Se organiza una cena en honor a Harvey Dent y a su candidatura, el Joker irrumpió y amenazó a la prometida de Dent.

Nivel meta narrativo

-“Se dice que usa maquillaje para intimidar, como el maquillaje de la guerra” (secuaz 1).
-“Algunos dicen que es un loco y que por eso lo hace, debe ser por algo más que no se quita el maquillaje, debe tener un objeto secreto” (Teniente James Gordon, jefe policial).
-“¿Quieres saber cómo obtuve estas cicatrices?... Cuando era niño…” (Joker).

Casi en la escena final de la película de Nolan, Joker, colgante de un edificio a través de una ventana rota, le dice a Batman: “tú no tienes las agallas de dejarme caer, ¿verdad? Todavía eres un hombre y estas cosas pasan cuando un hombre pelea contra un objeto, inamovible”. Esta frase ejemplifica a sobremanera la construcción del Joker como mito. Cuando Joker se “mitifica”, deja de ser propiamente humano y se convierte entonces en una estampa, en algo inasible. Los mitos, aunque son personificados por humanos, no son propiamente humanos.

El “performance”…que comience la fiesta…

Mucho hemos hablado de que el Joker “legitima” su discurso a través de sus “performances”, pero, ¿a qué nos referimos con esto? Todo discurso se define como un conjunto de ideas, valores, comportamientos y filosofías, que pretenden acuñar una forma de vida o actuar cotidiano. Éste, no puede cumplir con su carácter persuasivo o con el impacto que pretende generar, si no es a través de un “texto” (el “performance”), que bien puede estar formado por frases, eventos o “actos de habla”. La palabra “performance”, tomada literalmente del inglés, se usa en análisis del discurso por el sociólogo francés Lyotard para definir a aquél acto que legitima el discurso. Cuando un discurso tiene “criterio de performatividad”, quiere decir que no puede ser legítimo a través de la palabra misma, sino por medio del acto material en tiempo y espacio. El discurso del Joker es un “discurso performativo”. No funcionaría si “simplemente lo dijera”, sino que debe “actuar” –vestirse como payaso, asesinar, planear actos terroristas a gran escala- para legitimarlo.

El discurso del Joker se divide en dos partes, la primera conlleva lo que hemos venido explicando, el contenido del discurso, que se forma de lo que el Joker piensa sobre la sociedad y la naturaleza humana; la segunda, el objeto del discurso, es el fin que el Joker persigue. A diferencia de un político, estadista, filósofo o revolucionario, el fin del discurso del Joker no es precisamente la “persuasión a la formación ideológica o al acto”. Todo lo contrario. El Joker desea que sus escuchas –las víctimas, en la mayoría de los casos- sientan aversión a su discurso, lo demeriten y termine por darles asco. Curiosamente, así es como el Joker legitima su discurso, ya que al matar a sus víctimas, comprueba sus hipótesis, las cuales no deben ser comprobables para nadie más que no sea él mismo. Al Joker le basta con saber que “él tiene la razón”, y para esto, debe atemorizar a sus escuchas, quienes al morir le darán la razón de forma implícita: eran débiles, “animales movidos por el interés”… todo lo que Joker pensaba de ellos. “Debían morir, de todas formas eran humanos, todos los humanos mueren.”

Estudiemos un caso específico. El Joker asesina a un criminal en su reunión del crimen organizado. Mientras pretende abrirle el rostro usando la coyuntura lateral de la boca como punto de partida, lo aterroriza contándole una historia, que sirve para crear miedo y rumor (la meta narrativa ya mencionada), sobre cómo siendo niño, Joker era maltratado por su padre. Cuando finalmente mata a este criminal –lo cual no es parte de la película de Nolan a cuadro-, Joker habrá comprobado sus tesis y legitimado su discurso. El criminal era débil, interesado y egoísta… se interesaba sólo por su vida mientras el Joker hendía su navaja en su rostro… ¡Debía morir! El plan del Joker no era precisamente apelar al “convencimiento” o a la comprensión de la víctima, sino más bien, saciar su espíritu crítico para poder, después, decirse: “Sí, Joker, tenías razón… eres tan inteligente, ja, ja, já”.

¿Por qué el “performance” del Joker no sirve para convencer a otros de su discurso, pero sí para convencerse a sí mismo? Porque el discurso del Joker no requiere de ser legítimo para otra persona que no sea él mismo. Esto, genera en él una extraña paradoja: por una parte, es un genio, pero por otra, es ilegítimo a nivel social, y por ende, está solo. La gran derrota de Joker no es a través de su muerte, ya que al final de la película no muere, sino cuando su discurso es plenamente desprestigiado por Batman en una sola frase. Batman le dice al Joker: “… no tienes razón, y es por eso que estarás solo”.

Si el convencimiento del receptor no es el objeto del Joker es porque en su demencia, él es un emisor imperfecto que planea ser emisor-receptor en sí mismo. No respeta a la humanidad, y por ende, la considera “demasiado ínfima como para entender su discurso”. ¿Qué objeto tiene entonces que el Joker haga lo que haga si nadie escuchará, ni se convencerá de sus ideas? Simple diversión. El Joker es tan egocéntrico que se divierte de lo lindo cuando se da cuenta de que, pese a los contra-discursos del entorno que lo rodea, “él termina teniendo la razón”. El objeto real del discurso de Joker es probablemente, motivar a la reflexión de la audiencia de la película de Nolan; decirle “la sociedad se está destruyendo a sí misma, sus discursos son ilegítimos”. Sin embargo, para saber si ése es el verdadero porqué de que el Joker-personaje tenga un discurso articulado por Nolan –que escribe Batman, el caballero de la noche- tendríamos que salirnos de nuestro “mundo Gótica” y entrar “al mundo real” (una especie de nivel meta-meta narrativo), donde Joker ni siquiera es el encodificador de su propio discurso, sino Nolan, cosa que nos llevaría a muchos problemas y que será mejor hacer en otro análisis, no en éste.

Hay dos puntos de inflexión en el discurso del Joker. Dos momentos cruciales en donde el objeto cambia, deja de ser “convencerse de que yo, Joker, tengo razón” y pasa a ser “convencer al otro de que tengo la razón”. Es decir, existen dos momentos en la película en los que el objeto de Joker sí es persuadir a sus escuchas. Esto, toma lugar cuando el Joker se enfrenta a las únicas dos personas (receptores) que respeta y “vuelve dignos” de escuchar du discurso. Se trata de sus dos más grandes enemigos: Harvey Dent y Batman. La oportunidad de convencer a Dent de que la sociedad Gótica es imperfecta y egoísta viene cuando éste se encuentra en el hospital, con el rostro quemado, convaleciente después de que el propio Joker le tendió una trampa que lo llevó a enfrentar un incendio. En este punto, Joker se viste de enfermera para entrar en el cuarto de Dent –“típico” del asesino, usar el sentido del humor hasta en los peores momentos- y poder “convencerlo” de que se pase del bando criminal, de que se percate de que la sociedad es un asco, y de que el Joker mismo, después de todo, tiene razón. Cabe destacar que hasta en esta pretensión de “convencimiento”, Joker está subestimando a Dent, ya que lo pretende mover como pieza de ajedrez. Si Dent se enfurece contra la sociedad terminará abdicando su candidatura a la alcaldía y disolviendo las pretensiones de la policía de reforzarse, lo cual sin duda le conviene al Joker (¿no se comporta acaso Joker como lo que más critica, como un ser vil movido por el interés?).

Dent perdió a su novia, Rachel Dowes, su gran amor, después de que el Joker les tendió una trampa a ambos que terminó con la vida de ella. La policía no ha logrado vencer al Joker, Batman no pudo salvar a Rachel. Todo salió mal. La vida –o el Joker- le quitó todo a Dent, absolutamente todo, menos la razón. ¿No nos parece conocida la frase? Dent se vuelve loco después de la muerte de Dowes. Ésa es la “verdad” que Dent debe cargar y que a la sociedad no le importa: “¡Rachel está muerta… muerta!” Además, el rostro de Dent está quemado. Desfigurado justo a la mitad. La vida le desfiguró el rostro a Dent, la sociedad lo hizo. Ahora Dent y el Joker se parecen más de lo que creían. Han dejado de ser enemigos y han comenzado a “entenderse”: los dos son monstruos, rostros lacerados por la sociedad; los dos son locos.

Joker convence a Dent de decepcionarse “de todo”, mediante un excelente discurso:
Joker: Hola.
Dent: (mascullando) Maldito.
Joker: Te diré algo. No quiero que haya resentimientos[18] entre nosotros, Harvey. Cuando tú y…
Dent: ¡Rachel! (grita).
Joker:… estaban atados, yo estaba en la jaula con la policía. Yo no coloqué esas bombas.
Dent: Fueron tus hombres, tu idea. Tú.
Joker: ¿Sabes lo que soy? Soy como un perro siguiendo autos. Ansioso a ver si los alcanzo. Yo sólo “hago” las cosas, pero todos tienen planes, ideas, la policía tiene planes, tú tienes planes, Gordon (jefe de la policía) tiene un plan. Entiendes… todos son conspiradores que tratan de controlarnos. No pueden ni controlar sus tristes mundos. Yo jamás conspiro. Eso de conspirar es buscar poder, es un intento patético, un intento patético por lo patético de controlar. Así que… cuando te digo que lo de tu novia no fue personal, debes saber que yo te digo la verdad.

El segundo juego de este tipo que el Joker realiza es cuando, derrotado por una ardua pelea, intenta convencer a Batman de que lo mate, para que así, el murciélago externe su rencor. “¿De verdad eres incorruptible, no es cierto?, ¿por qué simplemente no lo haces, es acaso un sentido de la moralidad?”. Batman piensa al final que sencillamente no caerá en el juego, y a diferencia de Harvey Dent, no es “cooptado” por el discurso del Joker. “Hoy la gente te demostró una lección de bondad. No somos como tú”.

Los “juegos” de Joker

Como parte del “performance” general del Joker, a lo largo de la película de Nolan, éste tiende a elaborar juegos en los que, a través de la estrategia, planea demostrar el egoísmo y la futilidad de los seres humanos. Algunos de estas “puestas en escena” que podemos ver a lo largo de la película, son:
- La cena: irrupción en el mundo de los normales. Cuando se ofrece una cena en honor de la campaña de Dent, fiscal de distrito, para acceder a la alcaldía, el Joker irrumpe violentamente en el evento mientras grita y pregunta por Dent, que estaba escondido. La forma en la que se comporta en esta secuencia es clave para entender el discurso del Guasón. Sus modales son soeces, le roba la copa a un anciano, toma un canapé y lo mete de lleno en su boca, saca un rifle y dispara en el techo. Por otra parte, sus frases muestran una clara burla por la hipocresía del mundo aristocrático. “Damas y caballeros, ha llegado el entretenimiento. Aquí estamos. Quiero saber una cosa… ¿Dónde está Harvey Dent?”. Mientras realiza la pregunta mira a los invitados amedrentadoramente, e incluso juega con la cabeza de un pobre hombre asustado. ·
- ¡Sálvala a ella!: Cuando el Joker atrapa a Harvey Dent y a su novia Rachel decide elaborar con ellos un juego. Los coloca en dos cámaras separadas y detona una serie de barriles de combustible conectados a un explosivo, al mismo tiempo. Posteriormente, le dice a la policía que decida a quién debe de salvar. El joker sabe que la policía se inclinará por salvar a Dent, ya que “políticamente” él es más importante para Ciudad Gótica. Dent, por otra parte, grita desde su cautiverio que lo dejen morir a él y que la salven a ella, al escuchar las instrucciones del Joker. Mediante este juego, el Guasón pretende ejemplificar que la policía y el mismo Batman se mueven por intereses pragmáticos y no por compasión. La articulación de este juego está basada en la teoría del costo de oportunidad y remite directamente a un problema económico famoso, el del perro y los bocadillos. Si un perro se le presentan dos bocadillos a la vez, no tomará ninguno por su afán de tenerlos ambos. Para poder “ganar” y no “perder”, debe elegir una opción. El problema es que esa opción involucrará siempre un “costo de oportunidad”, es decir, la opción que no se eligió y se perdió para siempre. El Joker demuestra mediante este “performance” que, no obstante lo que elija el ser humano siempre perderá, debido a que su ambición lo llevará a pensar en lo que no eligió.
- La metáfora de los barcos: En uno de sus más famosos atentados contra los ciudadanos de Gótica, el Joker decide hacer un experimento social. Coloca dos barcos en el muelle de la ciudad, uno repleto de civiles y otro lleno de criminales. Ambos barcos están conectados a una bomba, que puede sólo ser accionada por un interruptor en el barco homólogo, o bien, por otro interruptor controlado por el Joker. La prueba es: el Joker reta a que un barco se atreva a estallar el otro, con tal de salvar su vida o bien, que los pasajeros de ambos barcos apelen a su bondad y se dejen estallar los dos. Todos los individuos, en los dos barcos, tienen una hora para tomar una decisión. Este dilema del Joker está basado en una famosa paradoja, articulada por el matemático John Nash en el contexto de la teoría general de los juegos. Se trata del “dilema del prisionero”, un juego en el que existen tres escenarios: “ganar-perder” (el barco A estalla al B), “perder-ganar” (el barco B estalla al A) o “perder-perder” (A y B estallan mutuamente). Nash planteaba el dilema de la siguiente forma: “Imaginemos que tenemos a dos prisioneros y que a los dos se les plantea el mismo trato. Si A acusa B, B se condena y A queda libre. Lo mismo si B acusa a A. Si los dos guardan silencio, ambos se condenan y se ejecuta lo que se denomina juego suma-cero o pérdida absoluta.” Al final de que el Joker articula este “juego” Batman salva los barcos y nadie acciona el interruptor. Todos los pasajeros quedan a salvo y demuestran su compasión por el barco contrario, no obstante sean civiles o criminales.

El “acto de habla” favorito: ¿Quieres saber cómo obtuve estas cicatrices?

El Joker mantiene varios “actos de habla” a lo largo de la película de Nolan. Todo el tiempo enuncia frases que remiten a un contexto sádico y hasta grotesco. “Llegó la diversión”, dice cuando irrumpe armado en la fiesta de Dent, por ejemplo. “Necesito un segundo”, dice, cuando un policía lo atrapa y él estaba a punto de asesinar a otro. Cada frase es, en la “re-contextualización” del Joker, que alude a lo simpático/sádico como forma de expresión, un “acto de habla”. Sin embargo, la ironía favorita de este payaso, y por ende, su acto de habla predilecto, es hablar de sus cicatrices y de cómo éstas se originaron, para terminar contando una historia en donde a manera de una “burla general de los dramas”, critica la violencia intrafamiliar y el “patético” sufrimiento humano. Existen dos versiones sobre el origen de las cicatrices del Joker. En la primera, su padre es el agresor y objeto de su odio: “… y él, con su cuchillo en la mano, después de haber matado a mi madre me miró riéndose y mientras me cortaba me decía… ¿por qué, estás tan serio?”. En la segunda versión, él se auto laceró supuestamente con el fin de hacer sufrir a su esposa: "Ven, ven acá (a Rachel Dowes). ¿Quieres saber cómo es que tengo estas cicatrices? ¿Eres la novia de Dent? Eres bonita. Una vez tuve una esposa bonita. Ella lloraba y gritaba todo el día y yo, yo le gritaba a ella. Me decía que yo estaba serio todo el tiempo, que odiaba que estuviera serio todo el tiempo, hasta que un día, antes de matarla, claro, puse este cuchillo en mi boca y abriéndome la cara le dije… ¿así estoy… menos serio?" En las dos versiones ficticias (meta narrativas) sobre sus cicatrices, Joker crea especulación y miedo, fortaleciendo de esta manera, su mito personal. Cuando habla de su padre, en el plano de lo discursivo, desmitifica el discurso social y moral de la “familia” como núcleo de la sana convivencia. Expone una “verdad” desastrosa que sucede en varios hogares: padres que golpean a sus hijos y a su esposa, al punto de llegar a desfigurarlos. En el segundo caso, cuando habla de la terrible relación con su “esposa”, desmitifica otro discurso, el de la cortesanía y el romance. Para el Joker, el matrimonio es un desastre. El marido hace sufrir a la mujer que, impotente, llora desesperada, molestando al marido y generando un nuevo círculo vicioso de violencia. Estas son las “verdades” que ocurren en la sociedad pero que no deben saberse: abusos sexuales, maltrato verbal y psicológico, familias enloquecidas. El Joker expone estas verdades en sus “relatos”, enfrente de víctimas desesperadas y se goza en ello. Halla gozo en saber que es más poderoso que la sociedad, que puede sacar sin tapujos, “sus trapitos al sol”.

 Consideraciones finales: El Joker como “anti-discurso” o “crítica destructiva”

Cerremos este análisis con una exploración última del discurso del Joker como un “anti-discurso”, como la negación de un discurso hegemónico. Para Greimas y Courtes, todo discurso consta de tres partes, dos actantes y un sujeto-objeto. El sujeto-objeto es aquél receptor que hay que ganarse para legitimar el discurso y los actantes, aquellos articuladores de discursos que quieran convencerlo. Un actante debe ser positivo y otro negativo. Los polos o caracteres (+/-), se asignan dependiendo de la postura que tome el analista, al respecto de los discursos (cuál apoye). Esta postura es de naturaleza dialéctica, ya que establece que un discurso debe vencer a otro, su “anti-discurso”, para legitimarse y prevalecer. Cuando el discurso se legitima y consagra como una forma “general” de pensar y actuar, se convierte en un discurso hegemónico. En el caso particular que hemos venido analizando, el Joker es un “anti-discurso” de lo establecido; es la negación de lo convencional, lo moral, lo religioso, lo político y lo jurídico. Es una especie de “anti-todo”

I believe in Harvey Dent…
Podemos concluir que, si bien el discurso del Joker es la negación de lo establecido a nivel religioso, moral, político y jurídico, el de Harvey Dent durante su campaña política, es precisamente la legitimación de todo lo antes mencionado. Dent planea llevar justicia social a la ciudadanía de Gótica, encerrar a los criminales, terminar con la corrupción en el gobierno local y erradicar el narcotráfico. Joker se horroriza de la sola idea de que Dent gane el apoyo popular, porque puede hacer creer a las mayorías que “es posible” una ciudad mejor, que hay esperanza. El discurso del Joker, si Dent gana los comicios electorales y después, la mente de los pobladores de Gótica, se invalida automáticamente. Por ende, es necesario que el Joker “desarticule” el discurso de Dent antes de que éste se convierta en el discurso hegemónico de la ciudad. Para intentar invalidarlo, es inútil lanzarse como candidato o utilizar a los medios de comunicación. El Joker debe acudir al mismo Dent para convencerlo de que su discurso no tiene sentido, de que la sociedad no es lo que él piensa. Al final, lo logra, convirtiendo a Dent en un nuevo villano: “Harvey Dos Caras”, como ya hemos establecido anteriormente.

Batman, curiosamente, carece de un discurso propio en el juego dialéctico Joker contra Dent. No articula mayor discurso ni función que el apoyo al propio Dent en la oposición y combate al Joker. Por ende, la función de Batman en esta pugna discursiva es meramente incidental. Batman es únicamente “una estrategia más” para legitimar el discurso de Dent junto con su campaña política y palabras –“Vamos a sacar el crimen de Ciudad Gótica”-. Como dice Bruce Wayne, “alter ego” de Batman: “¿quién nombró a Batman?, ¿recibe algún cheque del gobierno? Batman sólo existe porque las autoridades no han hecho su trabajo. El día que la policía se refuerce, estoy seguro de que Batman desaparecerá”.

El payasito de la tele que todos llevamos dentro

Existe una especie de “culto” al Joker, incluso fuera de su natal Estados Unidos. La mayoría de sus seguidores hasta ha llegado a catalogarlo como el villano más cotizado de la serie Batman, o con atrevimiento, como el mejor villano de cómics de todos los tiempos[20]. ¿Qué hace al Joker tan famoso? Según El Circo del Joker, un sitio de fanáticos en Internet, su magnetismo es resultado de su genial personalidad, “trucos” para torturar, planes macabros e inigualable aspecto físico, pero sobretodo, de su discurso personal, que consta de un permanente atropello a “lo convencional” o a “lo establecido”. Si se pudiera, según este portal, definir el pensamiento del Joker en una frase, ésta sería:

¡Oh sí, llenemos todas las iglesias con pensamientos impuros! ¡Introduzcamos la honestidad y la rectitud a la Casa Blanca! ¡Escribamos muchas cartas en lenguas muertas, igual y así hay muertos que las entiendan! ¡Vamos a enseñar groserías como primeras palabras de los kínder! ¡Abrir los manicomios, quemar las tarjetas de crédito y usar tacones siendo varones! ¡Y sobretodo, llevemos la locura, la locura a las calles, estafando y matando por divertirnos…violemos, pero no por nosotros sino por ellas! Jajajá.

Fuerte, desfachatado, sucio y para algunos valiente. Este fragmento fue tomado de Arkham Asylum (1992) y pretende reflejar el pensamiento del Joker contemporáneo. Obviamente, estas palabras no articulaban la filosofía del “primer Joker”, que creado hacia finales de los años cuarenta, parece ser hoy una pieza de humor involuntario y ridiculez, más que de maldad. Aún así, no debemos subestimar a las primeras versiones del Joker, por acartonadas y caricaturescas que hoy nos parezcan, ya que desde su gestación, el personaje conserva su discurso de atropello contra las formas canónicas de vida y pensamiento. Uno de los primeros cintillos descriptivos del personaje, por ejemplo, en The Joker (1947) señala al villano como “an extremely nervous and smiley markable man with a markable style” (un hombre extraordinario con un estilo extraordinario), y en un diálogo del propio personaje de 1952, se autodefine como “un hombre simple que pasó por una metamorfosis que lo hizo terriblemente insensible”. Por ende, podemos establecer que a pesar de que el discurso del Joker se ha modificado con los años para que sus adeptos no pierdan su gusto por el personaje, sus base permanecen intactas: acabar con la moral, con el orden, con el “american way of life”…acabar con todo. El Joker es un destructor. No tiene una propuesta social ni un “móvil” que lo lleve a asesinar, a estallar trenes o a envenenar ductos públicos. Carece de una “mejor opción de modelo social” y a diferencia de Osama Bin Laden, del grupo palestino Hamas, o de cualquier terrorista que veamos hoy en los noticieros, no persigue causas ni tiene demandas para el gobierno. Digámoslo así: él sólo quiere divertirse. Su único “motivo” para destruir es su sentido crítico de la sociedad. Desea establecer que los modelos en los que le ha tocado vivir no sirven; ni para él, ni para nadie. Pretende mostrar los discursos sociales como una tremenda basura, destacando ante todo, la hipocresía de los mismos. Para Joker, la religión, la moral, la educación o el patriotismo son meras máscaras. Banderas que ocultan los “verdaderos motivos” de gobiernos corruptos y chantajistas o de instituciones disfuncionales. Pero ni siquiera le importa usar sus ataques masivos y fechorías como un grito de auxilio. No quiere que nada cambie, pues tiene poca a nula esperanza en que “algo”, a nivel ideológico o material, llegue a cambiar. A él le basta con destruir. Es ésta, su forma de venganza. Pero, ¿venganza de qué?, ¿qué tiene la sociedad de Gótica que pone al payaso tan furioso? La respuesta no es difícil. Basta con hurgar un poco en nosotros mismos. El payaso le molesta lo que a cualquiera parece enojarnos. Así como a veces no soportamos el tráfico, las campañas de gobierno o la falsedad de los romances de Hollywood, el Joker tampoco soporta lo plástico e hiriente de los discursos sociales. Pequeña diferencia: nosotros no salimos de control, el Joker sí.

Podríamos decir que el Joker es un terrorista. Sí. Que es inhumano, cruel, lascivo con sus víctimas femeninas, e indeseable. Sí. Que se antepone ante todo lo que debería ser “bueno” y “convencional”. Sí. Que lo odiamos. No, tal vez no. Porque el Joker representa un quejido presente en toda la sociedad postmoderna. Digamos que es aquél que, aún a través de un cómic o una película, hace lo que no nos atrevemos a hacer. Es una especie de antihéroe más que un villano. Es un “redentor” social, muy a su manera. ¿Siempre fue visto así? No. ¿Fue creado con la intención de ser “la conciencia social”? No, probablemente no. El metadiscurso del Joker, entendido como “el discurso de aquellos que crearon al Joker”, no siempre ha sido el mismo, y tiene un punto de inflexión preponderante a partir de los años noventa. En los cincuenta, cuando fue concebido, Joker era aún un villano y resultaba repudiable. Su carácter de “elogiable” o “fascinante” es algo más reciente. Más postmoderno. El Joker de Christopher Nolan es la voz de la frustración en la postmodernidad, es el epítome de los “anormales” del mundo actual. En su figura se concentran todos aquellos neuróticos que se resisten de ser psicópatas, todos los que odian su entorno y sus discursos y todos aquellos que, sabiendo que todo está inventado, gustan más de destruir que de proponer. Esa es el alma del Joker y de ahí proviene su impacto a nivel social. Como el loco postmoderno arquetípico, el Joker no es un revolucionario, pero poco le importa no serlo. Es un crítico, un genio destructivo, un inestable y un científico social. ¿No es acaso suficiente con eso?, ¿para qué armar una revolución que, de antemano, está pérdida en contra del recalcitrante sistema?

Lo más curioso y sin embargo lamentable de este discurso del Joker que emula en pocas palabras, “la causa está perdida”, es que se ha convertido en una especie de bandera para las generaciones postmodernas. Los jóvenes critican, destruyen, son iracundos, pero no proponen. Lejos de querer articular un cambio, desean quedarse en el plano de la desmitificación y del quejido, de la crítica destructiva. Pero es entonces cuando surge la pregunta: ¿cómo volver al discurso del progreso, de los sueños, de la modernidad, cuando todo parece estar perdido? Porque, nos guste o no, el Joker no anda tan errado. Nos ha tocado vivir en un mundo en el que las instituciones se ilegitiman cada vez más, en donde la moral y la religión no son suficientes para mantener a las familias unidas, y en donde existen tantos discursos, debido al bombardeo permanente de los medios masivos de comunicación, que no sabemos ni en qué creer. Por otra parte, el incremento de la violencia, de la corrupción política y de la indiferencia social, está a la orden del día. Las “grandes verdades”, terribles e indignantes, no pueden decirse en voz alta. La postmodernidad nos está quitando todo. Absolutamente todo. Menos la razón.


FUENTE: eloycalocalafont.blogspot.com.ar

jueves, 13 de octubre de 2016

El paraíso perdido: “It follows”, una interpretación - Artículos



Nota del Administrador: El siguiente artículo va dirigido a personas que hayan visto el metraje, por lo que si aún no lo has hecho debo advertirte que no entenderás mucho de qué va. Aún así te invito a leerlo, ya que contiene una interesante interpretación y de paso recomiendo, por supuesto, mirar el film (elogiado tanto por la crítica especializada como por el público en general y que ningún fanático del género del terror debería perderse). (Para consultar la fuente original dirigirse al final del artículo).



Proponemos una interpretación inédita de “It Follows” sobre la hipótesis del sexo como evidencia de nuestra mortalidad y articulada mediante referencias puramente bíblicas. Un nuevo análisis metafórico que revela una nueva simbología.

La película “It follows”, de Robert David Mitchell, supone, según el parecer de este humilde amante del cine, un soplo de aire fresco dentro del género terrorífico. Una película que difícilmente puede dejar indiferente al espectador, ya que oculta una compleja simbología que hará las delicias de los que gusten de darle a las neuronas y buscarle los tres pies al gato.

Lo que me lleva a dedicarle unas líneas a esta película es el hecho de no haber encontrado en la red, para mi sorpresa, a nadie que le hubiera dado la misma interpretación que yo, y he de decir que he visto interpretaciones de lo más peregrinas. En algunas de las críticas y reseñas que he leído buceando en distintas webs se resalta la cercanía de este filme al cine de terror de los 80, y la influencia, ciertamente parece obvia: la música y la atmósfera puede remitirnos al cine de John Carpenter, y el protagonismo de los adolescentes (con pérdida de virginidad en el asiento trasero de un coche incluida) nos puede también recordar a algún slasher de Wes Craven. Sin embargo, una mirada un poco más en profundidad puede hacernos sospechar que los tiros no van precisamente por ahí, que la afinidad de esta película con ese tipo de cine es sobre todo estética. Así, aplicando el bisturí se descubre que bajo esta superficie se esconde una compleja simbología que puede poner a It follows más cerca del universo de David Lynch que del “seriebismo” de slasher ochentero. A continuación, procedo a desarrollar mi interpretación de la película.

La idea que se desarrolla a lo largo de la película es la del sexo como evidencia de nuestra mortalidad. Con el descubrimiento de su sexualidad, el ser humano toma conciencia de la condición limitada de su existencia, se pierde la inocencia de la niñez y toma posesión del sentimiento trágico y agónico de la vida. Las palabras que al final pronuncia Yara en el hospital, parecen ser la confirmación de esta interpretación: “La más terrible agonía no son las heridas mismas, sino el saber con seguridad que en una hora, o en diez minutos, o en medio minuto, ahora, en este mismo instante, tu alma dejará tu cuerpo, y ya no serás una persona”. En definitiva, lo que persigue a los protagonistas no es más que el sentimiento trágico y agónico que viene con el descubrimiento de la finitud de su existencia. Todo el argumento de la película es un símil de esta idea, creándose también cierto paralelismo con el relato bíblico de la expulsión del paraíso. En toda esta alegoría tomarán un gran peso simbólico la representación de las distintas etapas de la vida, estando los adolescentes protagonistas en el estadio intermedio entre la inocencia de la niñez y la responsabilidad creadora de la adultez.

Los padres, pues, cumplirían el papel de “Creadores”. El hecho de que no intervengan en la acción de la película, mientras, a su vez, son constantemente referidos por sus hijos, no parece casualidad o capricho, pudiendo simbolizar esa presencia casi fantasmagórica suya el abandono de Adán y Eva por parte de su Creador.

Los hijos, tras vivir en la edad de la inocencia, son expulsados de ese paraíso por sus padres, abandonados, arrojados a un mundo en el que tienen que hacerse absolutamente responsables de ellos mismos y cargar con su mortalidad. El sexo, no es más que el símbolo de ese pecado original, del conocimiento prohibido. Referencia a la mítica expulsión del paraíso parecen ser las palabras de Yara al relatar que cuando eran niños sus padres les prohibían ir al sur, “donde acaban los suburbios y comienza la ciudad”. Esta prohibición, efectivamente, puede recordar a la advertencia que Dios hizo a los primeros padres sobre comer del árbol de la Ciencia.

Los niños, por su parte, son la representación de la inocencia. Recuerde el lector que cuando Jay y Hugh están esperando en la cola del cine jugando a un intercambio de personalidades, el chico confiesa que le gustaría cambiarse por un niño. Mientras él ya conoce el misterio de su mortalidad, el niño permanece ignorante y feliz, mientras sus padres velan por él. Pero los niños finalmente, pierden la inocencia, descubren el sexo: tenemos los ejemplos en la película de los niños que espían a Jay en la piscina, y el relato de la infancia de Jay y Paul cuando descubrieron unas revistas porno.

Con la pérdida de esa inocencia viene el sentimiento agónico de la vida: la apariencia de cárcel o manicomio que tiene el edificio de la piscina, las películas de terror que se ven en la televisión, así como las múltiples referencias veladas al suicidio (los aparatos eléctricos al lado de la piscina, las briznas de hierba sobre el muslo de Jay y su tatuaje de la muñeca que parecen simular cortes) parecen ser reflejo de esta angustia existencial.

Pero al final, la adolescencia pasa y se llega a la madurez, que es la aceptación de nuestra condición trágica, y esto es lo que se refleja en el final de la película. La escena después de que Jay y Paul se acuesten, resulta muy sugestiva en este sentido: mientras Jay yace bocabajo en la cama, la mano sin rostro de la madre le acaricia la espalda mientras la chica mira fijamente una fotografía familiar, por lo que parece entenderse que la madre le ha pasado el testigo a su hija.

Para rematar esta idea, tenemos la última escena del filme, en la que Paul y Jay pasean tomados de la mano por su vecindario. Se puede observar que alguien les persigue a lo lejos, pero ya ninguno de los dos corre. Ellos ya han alcanzado la adultez, ya han aceptado su mortalidad y juegan el papel de creadores. Se oyen niños jugando…se acaba la película.

Espero que este escrito sirva para traer a la luz esa posibilidad interpretativa que parece ocultarse en esta película, para hacer ver, en la medida de lo posible, que la intención de David Robert Mitchell no ha sido aparentemente la de crear una simple película de género, sino la de usar esa excusa estética ochentera para ir más allá. Usando los cánones de ese cine de terror, “It follows” pretende transmitirle al espectador el miedo que conlleva la reflexión existencial, el miedo que conlleva, en definitiva, pensar en nuestra mortalidad.

Podría decirse, si los lectores me lo permiten, que esta película significa la inauguración de un nuevo subgénero: el terror existencialista.


FUENTE: Realizado por Moisés Hidalgo para codigocine.com

 
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