domingo, 29 de noviembre de 2015

Día de los Muertos (Celebración Mexicana) - Artículos



El Día de Muertos es una celebración mexicana de origen prehispánico que honra a los difuntos el 2 de noviembre, comienza el 1 de noviembre, y coincide con las celebraciones católicas de Día de los Fieles Difuntos y Todos los Santos. Es una festividad mexicana y centroamericana, se celebra también en muchas comunidades de Estados Unidos, donde existe una gran población mexicana y centroamericana. La UNESCO ha declarado esta festividad como Patrimonio de la Humanidad. El Día de los Muertos es un día festejado también en el Brasil, como Dia dos Finados.

Los orígenes de la celebración del Día de Muertos en México son anteriores a la llegada de los españoles. Hay registro de celebraciones en las etnias mexica, maya, purépecha, nahua y totonaca. Los rituales que celebran la vida de los ancestros se realizan en estas civilizaciones por lo menos desde hace tres mil años. En la era prehispánica era común la práctica de conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos durante los rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento.

El festival que se convirtió en el Día de Muertos era conmemorado el noveno mes del calendario solar mexica, cerca del inicio de agosto, y era celebrado durante un mes completo. Las festividades eran presididas por la diosa Mictecacíhuatl, conocida como la “Dama de la Muerte” (actualmente relacionada con “la Catrina”, personaje de José Guadalupe Posada) y esposa de Mictlantecuhtli, Señor de la tierra de los muertos. Las festividades eran dedicadas a la celebración de los niños y las vidas de parientes fallecidos.

La Celebración en el Mundo Prehispánico
Para los antiguos mexicanos, la Muerte no tenía las connotaciones morales de la religión católica, en la que las ideas de infierno y paraíso sirven para castigar o premiar. Por el contrario, ellos creían que los rumbos destinados a las almas de los muertos estaban determinados por el tipo de muerte que habían tenido, y no por su comportamiento en la vida.

De esta forma, las direcciones que podrían tomar los muertos son:

El Tlalocan o paraíso de Tláloc, dios de la lluvia. A este sitio se dirigían aquellos que morían en circunstancias relacionadas con el agua: los ahogados, los que morían por efecto de un rayo, los que morían por enfermedades como la gota o la hidropesía, la sarna o las bubas, así como también los niños sacrificados al dios. El Tlalocan era un lugar de reposo y de abundancia. Aunque los muertos eran generalmente incinerados, los predestinados a Tláloc eran enterrados, como las semillas, para germinar.

El Omeyocan, paraíso del sol, presidido por Huitzilopochtli, el dios de la guerra. A este lugar llegaban sólo los muertos en combate, los cautivos que eran sacrificados y las mujeres que morían en el parto. Estas mujeres eran comparadas a los guerreros, ya que habían librado una gran batalla, la de parir, y se les enterraba en el patio del palacio, para que acompañarán al sol desde el cenit hasta su ocultamiento por el poniente. Su muerte provocaba tristeza y también alegría, ya que, gracias a su valentía, el sol las llevaba como compañeras. Dentro de la escala de valores mesoamericana, el hecho de habitar el omeyocan era un privilegio.

El Omeyocan era un lugar de gozo permanente, en el que se festejaba al sol y se le acompañaba con música, cantos y bailes. Los muertos que iban al Omeyocan, después de cuatro años, volvían al mundo, convertidos en aves de plumas multicolores y hermosas.

Morir en la guerra era considerada como la mejor de las muertes por los aztecas. Por incomprensible que parezca, dentro de la muerte había un sentimiento de esperanza, pues ella ofrecía la posibilidad de acompañar al sol en su diario nacimiento y trascender convertido en pájaro.

El Mictlán, destinado a quienes morían de muerte natural. Este lugar era habitado por Mictlantecuhtli y Mictacacíhuatl, señor y señora de la muerte. Era un sitio muy oscuro, sin ventanas, del que ya no era posible salir.

El camino para llegar al Mictlán era muy tortuoso y difícil, pues para llegar a él, las almas debían transitar por distintos lugares durante cuatro años. Luego de este tiempo, las almas llegaban al Chignahuamictlán, lugar donde descansaban o desaparecían las almas de los muertos. Para recorrer este camino, el difunto era enterrado con un perro, el cual le ayudaría a cruzar un río y llegar ante Mictlantecuhtli, a quien debía entregar, como ofrenda, atados de teas y cañas de perfume, algodón (ixcátl), hilos colorados y mantas. Quienes iban al Mictlán recibían, como ofrenda, cuatro flechas y cuatro teas atadas con hilo de algodón.

Por su parte, los niños muertos tenían un lugar especial, llamado Chichihuacuauhco, donde se encontraba un árbol de cuyas ramas goteaba leche, para que se alimentaran. Los niños que llegaban aquí volverían a la tierra cuando se destruyese la raza que la habitaba. De esta forma, de la muerte renacería la vida.

Los Entierros Prehispánicos
Los entierros prehispánicos eran acompañados de ofrendas que contenían dos tipos de objetos: los que, en vida, habían sido utilizados por el muerto, y los que podría necesitar en su tránsito al inframundo. De esta forma, era muy variada la elaboración de objetos funerarios: instrumentos musicales de barro, como ocarinas, flautas, timbales y sonajas en forma de calaveras; esculturas que representaban a los dioses mortuorios, cráneos de diversos materiales (piedra, jade, cristal), braseros, incensarios y urnas.

Las fechas en honor de los muertos son y eran muy importantes, tanto, que les dedicaban dos meses. Durante el mes llamado Tlaxochimaco, se llevaba a cabo la celebración denominada Miccailhuitntli o fiesta de los muertitos, alrededor del 16 de julio. Esta fiesta iniciaba cuando se cortaba en el bosque el árbol llamado xócotl, al cual le quitaban la corteza y le ponían flores para adornarlo. En la celebración participaban todos, y se hacían ofrendas al árbol durante veinte días.

En el décimo mes del calendario, se celebraba la Ueymicailhuitl, o fiesta de los muertos grandes. Esta celebración se llevaba a cabo alrededor del 5 de agosto, cuando decían que caía el xócotl. En esta fiesta se realizaban procesiones que concluían con rondas en torno al árbol. Se acostumbraba realizar sacrificios de personas y se hacían grandes comidas.

Después, ponían una figura de bledo en la punta del árbol y danzaban, vestidos con plumas preciosas y cascabeles. Al finalizar la fiesta, los jóvenes subían al árbol para quitar la figura, se derribaba el xócotl y terminaba la celebración. En esta fiesta, la gente acostumbraba colocar altares con ofrendas para recordar a sus muertos, lo que es el antecedente del actual altar de muertos.

El culto maya a la muerte y la práctica contemporánea del Hanal Pixán
Los mayas, al igual que los demás pueblos mesoamericanos, expresan un profundo interés por la muerte, el cual puedes observar en sus manifestaciones artísticas durante distintas épocas.

Para los mayas de antaño y los actuales, los muertos tienen vida, por lo tanto sus espíritus tienen necesidad del sustento tanto como los vivos. Por esta razón les preparan los guisos que solían disfrutar en vida, para mantenerse con energía durante su trayecto desde el más allá. A lo anterior se agrega la festividad católica de Todos los Santos y la liturgia de los Fieles Difuntos, ambas con una larga tradición que se fusionó con el cristianismo introducido por los españoles, dando como resultado la práctica sincrética del Hanal Pixán.

El Hanal Pixán, Día de Muertos o Época de Finados, además de ser una de las prácticas más íntimas de las familias en la Península de Yucatán, tiene la virtud de congregar a la mayor cantidad de sus integrantes.

Es una época de retornos: los vivos que por diversas causas se ausentaron del tronco familiar, regresan para participar en los preparativos de la celebración. Vuelven las almas de los seres queridos, a compartir los alimentos que les ofrecen con cariño, entonces vivos y muertos se reúnen nuevamente. Y así de familia en familia, de una generación a otra, esta milenaria tradición se continúa manteniendo a través de los siglos.

Transformación del ritual
Cuando llegaron a América los españoles en el siglo XVI, se aterraron por las prácticas, y en un intento de convertir a los nativos del nuevo mundo, hicieron coincidir las festividades católicas del Día de todos los Santos y Todas las Almas. Los españoles combinaron sus costumbres con el festival similar mesoamericano, creando un sincretismo religioso, dando lugar al actual Día de Muertos. Uno de los estados de México más representativos de este suceso, es Michoacán.

Calaveritas
Se les llama así tanto a las rimas o versos satíricos como a los grabados que ilustran calaveras disfrazadas, descritas a continuación:

Rimas: también llamadas “calaveras”, son en realidad epitafios humorísticos de personas aún vivas que constan de versos donde la muerte (personificada) bromea con personajes de la vida real, haciendo alusión sobre alguna característica peculiar de la persona en cuestión. Finalizan con frases donde se expone que se lo llevará a la tumba. Es muy común dedicar las “calaveritas” a personajes públicos, en especial a políticos en el poder. En muchos casos la rima habla del aludido como si estuviera ya muerto.

Grabados: Litografías, generalmente del Maestro José Guadalupe Posada, que aunque no dibujó específicamente para Día de Muertos, sino eran caricaturas con que colaboraba en diferentes publicaciones de principios del siglo XX en México se usan en estas fechas por sus alusiones a la muerte festiva.

Simbolismo
– Calaveras de dulce, tienen escritos el nombre del difunto (o en algunos casos de personas vivas, en forma de broma modesta que no ofende en particular al aludido) en la frente, son consumidas por parientes o amigos.

– Pan de muerto. Platillo especial del Día de Muertos. Es un panecillo dulce que se hornea en diferentes figuras, desde simples formas redondas hasta cráneos, adornado con figuras del mismo pan en forma de hueso y se espolvorea con azúcar.

– Flores. Durante el período del 1 al 2 de noviembre las familias normalmente limpian y decoran las tumbas con coloridas coronas de flores de rosas, girasoles, entre otras, pero principalmente de Cempaxóchitl, las cuales se cree atraen y guían las almas de los muertos. Casi todos los panteones son visitados.

– La Ofrenda y las visitas. Se cree que las almas de los niños regresan de visita el día primero de noviembre, y las almas de los adultos regresan el día 2. En el caso de que no se pueda visitar la tumba, ya sea por que ya no existe la tumba del difunto, o porque la familia está muy lejos para ir a visitarla, también se elaboran detalladas Ofrendas en las casas, donde se ponen las ofrendas, que pueden ser platillos de comida, el pan de muerto, vasos de agua, mezcal, tequila, pulque o atole, cigarros e incluso juguetes para las almas de los niños. Todo esto se coloca junto a retratos de los difuntos rodeados de veladoras.

Ofrenda de Muertos, El Altar de los Muertos
Los materiales comúnmente utilizados para hacer una Ofrenda de muertos para el Día de Muertos tiene un significado, y son los siguientes:

# Retrato de la persona recordada. El retrato del difunto, sugiere el ánima que los visitará la noche del 2 de noviembre.

# Pintura o cromo de las Ánimas del Purgatorio. La imagen de las ánimas del purgatorio sirve para pedir la salida del purgatorio del alma del difunto por si acaso se encontrara ahí.

# Doce cirios. Aunque pueden ser menos, tienen que ser en pares, y preferiblemente de color morado, con coronas y flores de cera. Los cirios, sobre todo si son morados, son señal de duelo. Los cuatro cirios en cruz representan los cuatro puntos cardinales, de manera que el ánima pueda orientarse hasta encontrar su camino y su casa aparte de agua y sal.

# Papel picado de color morado (luto cristiano).

# Papel picado de color naranja (luto azteca).

# Flores de cempasúchil (del náhuatl: cempoalxóchitl = flor de 20 o más petalos).

# Incienso (para alejar a los malos espíritus y para purificar el ambiente).

# Cruz de ceniza (para purificar el espíritu del muerto).

# Jarra de agua (por si llega fatigado del camino).

# Recipiente para lavarse las manos (aguamanil) y toalla.

# Comida la favorita del muerto.

# Pertenencias las más estimadas por el muerto.

# Tequila o bebida preferida del muerto.

# Cuatro banderas de papel picado metidas en naranjas.

# Pan de muerto.

# Calaveras de azúcar.

El punto angular de esta tradición, es la creencia de que el espiritu de los difuntos regresa del mundo de los muertos a este, para convivir con sus familiares durante un día, departiendo con ellos, consolándolos y confortándolos ante su pérdida.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Aquella siniestra figura oscura semejante a un buda - Historias de terror



Lo admito sin ninguna falsa ambición de parecer racional: las casas embrujadas me apasionan. Conocí muchas, en el curso de los años, pero ninguna que se parezca siquiera remotamente a la casa de la calle Leiva. Según los testimonios de sus vecinos, cada noche de brujas ocurrían allí los hechos más increíbles, dato más que suficiente como para organizar una expedición de último momento.

En la víspera de Halloween forcé la puerta de entrada.

De inmediato me estremecí a causa del estado de abandono en la que se encontraba. Las paredes estaban cubiertas de moho. Un musgo grisáceo y enfermizo colgaba del techo, como barbas o hirsutas y lujuriosas protuberancias. El hedor era tan espantoso, tan inmemorial, que incluso llegué a considerar la posibilidad de los ladrillos estuviesen en pleno proceso de descomposición.

A cada paso encontraba señales de decrepitud. El sonido de mis propios pasos llegó a perturbarme tanto que me sentí un intruso, sí, y lo era, pero no ya entre fantasmas o vagas apariciones, sino un intruso en ese silencio letal de décadas y décadas de abandono.

No hablaré de las... presencias. Es demasiado horroroso, aún aquí, bajo la firme y segura y lógica luz fluorescente de un bar en las inmediaciones. No confío en mi mente para guiarme por las calles de Buenos Aires, no todavía. Después de todo, quizás mi destino sea regresar.

Digamos, al menos, que esas presencias no se traducían en apariciones visibles. Parecían brotar de la negra putrescencia de los muros: un vapor, quizás, una niebla fétida que se esparcía en el aire y teñía de un amarillo repulsivo la luz de mi linterna.

Mi experiencia de largos años deambulando por monstruosidades edilicias me orientó hacia el dormitorio principal. La puerta era un recuerdo. Solo el marco estaba intacto, como fauces euclidianas que se abrían hacia la negrura absoluta.

Me senté por un momento sobre un viejo y descolorido sillón. Traté de recuperar el aliento mientras barría los muros con el resplandor de mi linterna. La humedad había devorado gran parte del papel tapiz, incluso el revestimiento, dejando lánguidos colgajos que lentamente eran arrancados por su propio peso. Ningún rastro, ningún vestigio circunstancial que pudiese darme algún tipo de información sobre sus antiguos habitantes.

Casi por casualidad, la luz cayó sobre un pequeño y descolorido retrato sobre la mesa de luz: una pareja joven bajo el sol en alguna playa como cualquier otra. Ella, morena y estilizada, le imprimía un cariñoso mordisco en la mejilla del muchacho, con los cabellos rubios revueltos por el viento del océano.

Lo que oí a continuación fue como si algo, una vibración inmemorial, atávica, hubiese detonado en mi cerebro. Sentí largos pulsos de un dolor agudísimo, como si unos dientes precámbricos estuviesen triturándome el cráneo.

Con los últimos registros de voluntad me atreví a dirigir la luz temblorosa hacia la cama. Una figura oscura, compacta, que me hizo recordar lejanamente a un siniestro buda meditando, rechazó el haz de la linterna. No era una sombra, al menos en el sentido tradicional, sino algo de una negrura cósmica, absoluta, imperturbable.

Sería una blasfemia intentar describir su voz. Después de todo, ¿qué palabras podría emplear? ¿Podría decir que la voz era inhumana, inarticulada, profunda como si emergiera de alguna remota grieta en las montañas? ¿Podría acaso describir el chasquido licuefacto, ese masticar reseco, mecánico, como si estuviese royendo una vieja calavera?

Baste decir que la oí, y que permanecí petrificado, alerta, enloquecidamente tenso.

La figura pareció expandirse, como si se incorporara de esa diabólica postura del loto. Un brazo, creo, se separó lentamente de la masa amorfa y gelatinosa del torso. En el extremo de lo que bien podría haber sido una mano observé un objeto semiesférico, carcomido, como roído a dentelladas.

Emitió entonces un sonido gutural, una horrorosa regurgitación que borboteó entre los muros y agitó los jirones de papel tapiz: un mechón rubio, cubierto por una repulsiva sustancia verdosa, cayó a mis pies.

Traté de incorporarme pero no pude. Sencillamente era incapaz de reunir la voluntad necesaria para gobernar mis músculos. Mi cerebro, en cambio, trabajaba a un ritmo frenético. Por fin, pensé, después de tantos años de peregrinar entre fraudes, entre espectros elusivos que luego se revelaban como efectos perfectamente naturales, había encontrado un fantasma, una verdadera casa embrujada.

—...encontrado... casa...

No sé si la figura leyó mi mente o si el espanto de mi rostro era más elocuente que cualquier palabra humana, pero la voz volvió a hablar: inarticulada, aspirando y exhalando la humedad enfermiza del aire:

En ninguna casa hay fantasmas —y luego añadió, llevándose un dedo informe al corazón—. Éste es el sitio de las apariciones.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Mercy Brown: la última vampiresa de Nueva Inglaterra - Artículos



Mercy Brown (1873-1892) fue una joven de Rhode Island, Nueva Inglaterra, que falleció prematuramente a causa de la tuberculosis. Si bien este tipo de enfermedad era casi siempre letal, la mayoría de la gente dudaba sobre la veracidad de los especialistas que la diagnosticaron en la joven. Muchos, incluidos sus parientes y amigos cercanos, estaban convencidos de que Mercy Brown no había muerto realmente, y que de hecho era un vampiro.

El caso de vampirismo de Mercy Brown es uno de los mejor documentados del siglo XIX; y no solo eso, sino que además es el que más detalladamente aclara los métodos de exhumación de un cadáver practicando distintos rituales para ahuyentar o matar a un vampiro.

Los periódicos de aquel entonces titularon el caso como La última vampiresa de Nueva Inglaterra. Su historia causó tanta conmoción en la opinión pública que gran parte de los detalles circunstanciales que la conforman se han vuelto moneda común en el folklore de aquella región.

Repasemos la historia de Mercy Brown:

George Brown fue un granjero que repentinamente vio como su vida se derrumbaba. Una rara enfermedad se cebó en todos los miembros de su familia, matándolos uno por uno.

La primera en fallecer fue la madre de Mercy Brown, Mary, en 1883. Luego su hija menor, Mery Olive. Algunos años después, Edwin, el más pequeño, también comenzó a manifestar los síntomas inequívocos de la tuberculosis.

Por aquel entonces los médicos hablaban de «consunción»; es decir, tisis, cuyo tratamiento en general proponía solo un «cambio de aire»; demasiado poco para luchar contra una enfermedad con una tasa de mortalidad espeluznante.

El joven Edwin fue enviado a Colorado, donde su mejoría fue superficial pero progresiva. La última en dar cuenta de aquellos síntomas letales fue Mercy Brown, quien finalmente moriría el 17 de enero de 1892 con apenas diecinueve años de edad.

Desesperado por esta terrible sucesión de pérdidas, George Brown comenzó a prestar oídos a los rumores de vampirismo que rondaban por el pueblo.

Acaso para preservar la vida de su último vástago aceptó la propuesta de un grupo de entusiastas y decidió exhumar los cadáveres de su familia para ratificar si éstos efectivamente habían caído en las garras de un vampiro.

La exhumación se produjo el 18 de marzo de 1892 en el cementerio de Chestnut Hill. La comitiva iba encabezada por el médico familiar y un periodista de The Providence Journal; el resto, presumiblemente, portaba antorchas y estacas.

Al abrir las tumbas se descubrió que el cuerpo de Mary estaba intacto, perfectamente momificado, al igual que el de Mercy Brown; cuyo aspecto lucía tan radiante que incluso superaba en belleza al que había mostrado en vida.

En medio de una gran agitación se aguardó a las primeras horas de la noche donde varios testigos afirmaron que los ojos de Mercy Brown se abrieron repentinamente en la oscuridad de la fosa.

La comitiva actuó con toda la determinación que uno esperaría encontrar en un turba decidida a cazar vampiros: el cuerpo de Mercy Brown fue profanado de la forma más brutal. Se le arrancó el corazón y se lo redujo a cenizas en un fuego en el que ardían hierbas profilácticas. Los restos luego fueron devueltos a la cavidad torácica de la muchacha, abierta como unas fauces, y el cuerpo, ya horriblemente mutilado, fue enterrado nuevamente.

Algunos rumores indican que aquel ritual blasfemo no tenía como objetivo prevenir que Mercy Brown regresara como vampiro, sino que las cenizas de su corazón fueron preparadas en una infusión diabólica para que sea ingerida por el enfermizo Edwin, que por aquellos días agonizaba en el hospital.

A pesar de estos esfuerzos Edwin Brown moriría dos meses más tarde.

El caso de Mercy Brown tuvo una gran difusión mediática. Se produjo una fuerte controversia pública, que poco a poco fue perdiendo peso a medida que los rumores sobre extrañas apariciones en el cementerio de Chesnut Hill comenzaron a ganar espacio en la prensa.

Se habló de criaturas difusas, oscuras como sombras, moviéndose entre los árboles añosos, devorando ranas, aves y gatos; incluso se hallaron rastros de una mortaja, de un vestido desgarrado y tibias roídas que sugerían la posibilidad de que las profanaciones seguían realizándose de forma sistemática.

La otra posibilidad, demasiado horrorosa siquiera para concebirla, era que Mercy Brown salía regularmente de su tumba.

Se sabe que cuando Bram Stoker viajó a Nueva Inglaterra se interesó vivamente en el caso de Mercy Brown; y que al menos el episodio de la exhumación de Lucy Westenra en la novela de vampiros: Drácula (Dracula), rito encabezado por el profesor Abraham Van Helsing, está parcialmente basados en su historia.

Otro dato a destacar manifiesta que miembro ilustre de la comunidad de Rhode Island, H.P. Lovecraft; se refiere directamente al caso de Mercy Brown en su relato de terror: La casa maldita (The Shunned House).



FUENTE: elespejogotico.blogspot.com.ar


miércoles, 18 de noviembre de 2015

La sangre y los vampiros - Artículos



Las leyendas no suelen ser rígidas respecto a la supuesta necesidad de los vampiros por beber sangre. Más aún, la sangre es apenas una de las tantas posibilidades que conforman los hábitos alimenticios de los vampiros.

Durante la Edad Media se creía que los vampiros comían únicamente la carne descompuesta de los muertos, incluso que roían viejas tibias al estilo de los trolls; y que preferían estos manjares por encima de la sangre de los vivos.

De hecho, abundan los relatos de vampiros que se entretienen en roer sus propias extremidades en las largas horas de hastío de la tumba.

Recién a mediados de la Edad Media se comenzó a hablar de vampiros que bebían sangre despreciando otros fluidos y tejidos humanos.

Beber únicamente sangre es un refinamiento propio de la literatura, no de la leyenda; salvo algunos casos aislados donde se denuncia la presencia de vampiros con necesidades alimentarias que se ajustan a algún trauma de su historia personal, como el caso de Lilith, la madre de los vampiros; o los Bluatsauger, por ejemplo.

Con la llegada de los vampiros a la novela gótica empezó a hablarse de ellos como bebedores de sangre y no como simples carroñeros de ultratumba.

Uno de los primeros ejemplos de vampiros que beben sangre se da en la novela: Varney el vampiro, o El festín de sangre (Varney the Vampire, or the Feast of Blood), de Thomas Peckett Prest, publicada por entregas entre 1645 y 1847.

Pero fue el arribo de Carmilla (Carmilla), de Sheridan Le Fanu, pero sobre todo con Drácula (Dracula), de Bram Stoker, los que determinaron un cambio radical en la naturaleza de los vampiros.

Se volvieron más refinados, más civilizados; perdieron radicalmente aquella naturaleza bestial, anómala, permitiéndoles guardar la compostura entre los mortales salvo que detectaran una pequeña gota de sangre.

El simbolismo de la sangre y los vampiros es bastante claro y no necesita mayores interpretaciones. Pero la ausencia de sangre en las viejas leyendas de vampiros responde a una economía de recursos. El concepto que buscaban reflejar ya era lo suficientemente claro como para recurrir a tales astucias.

Recordemos que en las leyendas de vampiros éstos son seres bastante desagradables, literalmente muertos que caminan y se mueven bajo las sombras de la noche, buscando cadáveres, ratas y viejos huesos para roer.

El horror que despedían era visible y no ofrecía dudas, de forma que acentuar su naturaleza diabólica a través de un rasgo menor, como lo es beber sangre, no solo resultaba peligrosamente redundante sino procaz.

La sangre solo se volvió importante cuando los vampiros fueron perdiendo sus características bestiales y, quizás para sobrevivir, adoptaron los hábitos de sus presas, en este caso, el ser humano. Solo entonces empezaron a beber sangre regularmente.

Podemos pensar que, en cierta forma, se trata de una evolución; es decir, del depredador que cambia radicalmente sus estrategias de cacería para adaptarse a los nuevos tiempos.

Pero también podemos verlo como una degradación, un retroceso en la dignidad del cazador. Imaginemos por un momento lo indigno que podría ser para un lobo disfrazarse de ciervo, comportarse y vivir entre ellos para poder cazarlos.

Esta metamorfosis del vampiro hacia una forma de humanidad inarticulada no evidencia directamente sus características diabólicas, por el contrario, las oculta.

Solo en la sangre, en esa sed inapelable que no es otra cosa que un llamado a las raíces, a regresar a los instintos primarios del depredador nocturno, donde queda de manifiesto que los vampiros son, en definitiva, lo que nunca debieron dejar de ser.


FUENTE: elespejogotico.blogspot.com.ar


Oscar el gato que predice la muerte - Artículos



Desde siempre se creyó que los gatos habitan en el umbral que separa a los vivos de los muertos. En consecuencia, resulta lógico pensar que la frecuentación con esa frontera los hace aptos para ver quién la cruza, cómo y cuándo.

Tal es el caso de Oscar, un gato de diez años de edad, adoptado en 2006 por las enfermeras de la Unidad de Demencia Avanzada de Providence, Rhode Island; quien rápidamente se ganó el cariño del personal médico y cierta desconfianza de los pacientes.

En los primeros seis meses de estadía en aquella institución los médicos comenzaron a notar un comportamiento inusual en el gato. No parecía deambular de forma errática, tal como lo hacen los gatos al recorrer los límites de su territorio. Oscar, de hecho, realizaba sus rondas como un médico más, donde visitaba a ciertos pacientes y los olía con particular interés.

No transcurrió demasiado tiempo para advertir que cuando el gato se sentaba sobre la cama de un paciente, éste moría a las pocas horas.

La tasa de aciertos de Oscar era tan impresionante que incluso el doctor Davis Dosa, geriatra de la institución y profesor de la Universidad Brown, sostuvo directamente que el gato sabía cuándo uno de los residentes estaba a punto de morir.

En 2010 el doctor Dosa llegó a publicar un interesante libro titulado: Haciendo rondas con Oscar: el extraordinario don de un gato extraordinario (Making Rounds With Oscar: The Extraordinary Gift of an Ordinary Cat), donde revela algunos datos estremecedores sobre los poderes predictivos del animal.

Esta explosión de popularidad del gato llevó a las autoridades a convocar a otro especialista: el doctor Joan Teno, experto en el cuidado de enfermos terminales. En menos de dos meses llegó a la conclusión de que Oscar había pronosticado con precisión la muerte de trece pacientes.

Oscar llegó incluso a rechazar los pronósticos médicos. Por ejemplo, en casos donde los doctores habían anunciado la muerte inminente de alguien sin que el gato siquiera apareciera por su cuarto. En estos casos, todos los pacientes vivieron al menos una semana por encima de las expectativas de la ciencia.

A comienzos del 2015 Oscar llevaba realizados al menos 90 pronósticos de muerte exactos. Su precisión es tan notable que cada vez que el gato decide sentarse en la cama de un paciente las enfermeras se lo comunican inmediatamente a sus familiares.

Durante el auge de las predicciones de Oscar, allá por 2009, Stephen King anunció el proyecto de escribir la secuela de El resplandor (The Shinning), que recién aparecería en 2012. Doctor sueño (Doctor Sleep) retrata la historia de Danny Torrance, el niño de El resplandor, ya adulto, alcohólico en recuperación, que se desempeña como acompañante terapéutico en un geriátrico, donde ayuda a los ancianos en su transición hacia la muerte.

Pero Dan Torrance no es el único capaz de predecir la muerte. La institución posee un gato, Azzie, que también comparte ese poder. Cuando esto ocurre se acurruca en la cama del paciente y aguarda, entre siestas y ronroneos, la llegada de la muerte.

Las similitudes entre ambos gatos no son casuales. El propio Stephen King admitió haberse inspirado en Oscar para retratar no solo las facultades asombrosas de Azzie, sino las de Dan Torrance, el Doctor Sueño, especie de versión humana de estos sigilosos guardianes que transitan la frontera con el más allá.


FUENTE: elespejogotico.blogspot.com.ar

martes, 17 de noviembre de 2015

La leyenda de Mary Ann - Historias de terror



(Anónima escribiendo en un sitio oscuro de la web)

Antes que nada debo decir que soy una novata en esta página, y aunque me gustan las historias de terror, no se casi nada de leyendas urbanas. Escribo esto porque hace poco un amigo mío que acaba de llegar de Inglaterra me contó un mito anglosajón que me gustó mucho, y es el que voy a relataros tal como me lo contó a mí:

Todo empezó en Tetbury, una pequeña localidad de la campiña inglesa, situada a unos cuarenta minutos de Oxford. Hacía muchos años, en aquella localidad había vivido una chica guapísima llamada Mary Ann Sawford. Su dorada melena rubia, su cuerpo escultural y un rostro de facciones perfectas la convertían siempre en el centro de atención. Con una sola mirada de sus preciosos ojos azules todos los chicos del pueblo caían rendidos a sus pies.

Pero, pese a su belleza, Mary Ann no era un ángel. Su soberbia y su arrogancia no tenían límites, pensaba que por ser tan hermosa era superior al resto del mundo. Esto hizo que con el tiempo la envidia que sentían las chicas del pueblo hacia ella se convirtiera en un odio profundo.

A Mary Ann le gustaba molestar especialmente a una chica jorobada de nombre Elizabeth, la cual tuvo que aguantar sus insultos constantes durante muchos años. Un día, Mary Ann se superó a si misma y humilló a Elizabeth delante de Robert, el chico a quien amaba; partiéndole el corazón en trozos a la pobre jorobada.

Tres días más tarde, Elizabeth fue colérica a buscar a Mary Ann. Cuando la encontró le arrojó aceite hirviendo en la cara por venganza. Mary Ann logró sobrevivir al ataque, pero pagó un precio muy alto. Su cara angelical había quedado brutalmente desfigurada, tenía quemaduras graves en el pecho y cuello, y había perdido parte de su reluciente melena.

Cuentan que la primera vez que Mary Ann vio su nuevo aspecto pasó toda la noche gritando, y que sus alaridos desgarradores resonaron por todo Tetbury. Tras aquello, Mary Ann no volvió a ser la misma persona. Pasaba los días enteros encerrada a cal y canto en su casa, sin permitir visitas. Tapaba todos sus espejos para evitar verse reflejada en ellos, y dedicaba largas horas peinándose el poco pelo que le quedaba, mientras se repetía una y otra vez que ella era la chica más guapa del pueblo. Con el tiempo la protagonista de esta historia fue enloqueciendo y un día, incapaz de soportarlo más destapó uno de sus espejos, inmediatamente al verse reflejada en él lo rompió en pedazos, y uso uno de los trozos filosos de cristal para cortarse las venas.

Días después encontraron su cuerpo desangrado encima de los restos del espejo. La enterraron en el cementerio del pueblo. Nadie acudió al funeral. Transcurridos unos años desde su muerte empezaron a correr extraños rumores por Tetbury. Se decía que el espíritu de Mary Ann no había abandonado este mundo, y que aún se podía contactar con ella si se la invocaba.

Mi amigo me contó que para lograrlo, debes estar solo en tu casa y esperar a que se haga de noche. Entonces tienes que escribir el nombre de Mary Ann en un espejo, y acostarte. A la mañana siguiente ese espejo estará roto, y tu reflejo habrá desaparecido para siempre. En su lugar, cada vez que te asomes a un espejo aparecerá el rostro desfigurado de Mary Ann, observando cada movimiento que hagas mientras se peina con delicadeza su raída melena.

Al principio pensarás que son alucinaciones pasajeras, pero poco a poco empezarás a verla en todas partes, en el cristal de la ducha, en las ventanas, en el monitor del ordenador; hasta en los sueños… la espantosa cara de Mary Ann te acosará como una sombra inseparable, y si se lo cuentas a alguien pensará que te has vuelto loco. La medicación no podrá ayudarte, tu vida irá a peor hasta llegar al punto en el que, harto de ver su horrenda cara, rompas uno de los espejos en los que se refleja. Ese día, morirás.

jueves, 12 de noviembre de 2015

Nigromancia: el arte de convocar a los muertos - Articulos



La invocación de los muertos, ya sea para realizar consultas, formular profecías o simplemente para utilizarlos con propósitos mágicos, es un hábito que se originó en la noche de los tiempos.

Desde entonces la nigromancia ha sido considerada una práctica peligrosa, repulsiva, asociada a la brujería y la magia negra, lo cual no ha impedido que se la siga practicando en todas las culturas del mundo.

La nigromancia se basa en la idea de que la muerte otorga ciertos conocimientos sobre el pasado, el presente y el futuro, y que los muertos pueden ser obligados a trasmitirla siguiendo una serie de ritos mágicos.

En este contexto, el peligro de la nigromancia procede de los muertos, a quienes no les gusta ser perturbados e incluso se muestran agresivos cuando se los invoca por la fuerza.

En 1801, el ocultista Francis Barrett definió así a la nigromancia en su libro prohibido: El mago (The Magus).

«(la nigromancia) obtiene ese nombre ya que trabaja con los cadáveres y obtiene respuestas de fantasmas, apariciones y espíritus subterráneos, permitiéndoles salir de la cáscara de la muerte mediante infernales encantamientos, diabólicas invocaciones, sacrificios, y abominables oblaciones».

La profesión de los nigromantes es muy antigua. En la Antigua Grecia se los conocía como «evocadores», es decir, aquellos que eran capaces de invocar a las almas de los difuntos. Los mitos bíblicos también dan cuenta de sus actividades; de hecho, el Libro de Samuel, en el Antiguo Testamento, conserva una de las más famosas historias de nigromantes.

La Ley Mosaica prescribía la pena de muerte para todos los nigromantes (Levítico 20:27), aunque esta prohibición no siempre era observada en momentos de gran desesperación. Uno de los infractores fue nada menos que el rey Saúl de Israel, más precisamente durante su enfrentamiento con los filisteos, patrocinados por su rival más acérrimo, David.

Indeciso acerca de qué acción era más conveniente, Saúl le rezó a los profetas, pidiéndoles guía, pero éstos no respondieron. Entonces recurrió a la nigromancia. Consultó a la bruja de Endor, una prestigiosa pitonisa, quien realizó un oscuro ritual que obligó al espíritu del profeta Samuel a regresar de la muerte.

El profeta, visiblemente disgustado por la invocación, solo le trajo malas noticias a Saúl: los filisteos vencerían, David sería el nuevo rey y Saúl y sus hijos serían asesinados. Luego, el espíritu se desapareció.

Aquella profecía se cumplió, al menos en parte. Los filisteos vencieron, Saúl fue herido en batalla y luego se suicidó. David se convirtió en el nuevo rey de Israel, y la bruja de Endor permaneció en su cargo.

Este viejo mito hebreo registra una de las formas más comunes de la nigromancia: la invocación de los muertos. Sin embargo, hay otras facetas aún más horrorosas.

Otra reputada forma de nigromancia es la reanimación de cadáveres. No hablamos de revivir biológicamente un cuerpo muerto, sino de animarlo durante un lapso de tiempo al obligar al espíritu a regresar temporalmente a su cadáver.

Los rituales de la nigromancia varían notablemente: algunos se realizan en los cementerios, de noche, bajo la luna llena; mientras que otros, en cambio, se practican en recintos cerrados. Lo importante, en todo caso, no es el lugar donde se practica el rito sino la preparación del nigromante.

Los días que preceden a la invocación de los muertos son decisivos. El nigromante debe meditar mucho sobre el muerto que va a invocar, pero sobre todo obtener el visto bueno de las deidades del inframundo, sobre todo de Hécate.

Esto se logra realizando pequeños sacrificios y una dieta repulsiva: vinos agrios, pan negro y carne cruda de perro; según se dice, el manjar predilecto de los infiernos.

Algunos libros que registran los oscuros ritos medievales, como el Malleus Maleficarum, sostienen que los nigromantes comen diariamente la carne corrupta de los cadáveres insepultos. Esto, se cree, impide que los muertos invocados ataquen al nigromante, por quien sienten el más vivo rencor.

Si bien en casi todas las regiones se establecieron leyes en contra de la nigromancia, todos los pueblos la practicaron, pero solo los hebreos la consideraron una abominación.

En la República, Platón condena a la nigromancia como una práctica fraudulenta y reclama duras sanciones para quienes observen sus ritos. En este caso, Platón no creía que los nigromantes realmente fuesen capaces de invocar a los muertos, y mucho menos de revivirlos; solo los denuncia como simples estafadores.

Los cristianos, en cambio, sí creían en los poderes de los nigromantes; aunque no en la posibilidad de que los muertos regresen de ninguna forma concebible. Distintos tratados demonológicos afirman que no son los muertos quienes responden las consultas del nigromante, sino demonios que asumen la apariencia y el discurso de las almas humanas.

Tal vez la costumbre más odiosa de la nigromancia, y la más practicada de todas, aún por encima de la invocación con fines informativos, consiste en forzar a las almas de los muertos a realizar tareas indignas, casi siempre venganzas solicitadas por un tercero, que naturalmente pagaba una buena suma de dinero por el servicio.

En este sentido, el nigromante enviaba el espíritu hacia una persona en particular para causarle pesadillas, enfermedades y toda clase de infortunios.

Posteriormente, la teosofía asoció esta técnica de los nigromantes con el uso de parásitos, larvas y gusanos del plano astral; es decir, criaturas no humanas del bajo astral y formas del pensamiento; las cuales pueden ser dirigidas sobre un objetivo preciso aunque su influencia rara vez se prolonga más de unas pocas semanas.

Las leyendas de íncubos y súcubos se relacionan directamente con este tipo de prácticas nigrománticas.

La reanimación de cadáveres es, sin lugar a dudas, la práctica más misteriosa de la nigromancia.

Tal práctica es compleja, prolongada, y con matices mórbidos que exigen de nosotros la más extrema prudencia. Reproducir este tipo de ritos de forma detallada sería realmente peligroso, de modo que solo daremos cuenta de una o dos curiosidades de forma más bien genérica.

En todos los rituales de reanimación, el cadáver siempre es colocado de pie en un dispositivo de hierro. Se queman hierbas mágicas sobre el vientre, la cabeza y el pecho. Los labios fríos se untan con la sangre del propio nigromante, como ya se dijo, nutrida por una dieta repulsiva.

Entonces comienzan los encantamientos, cuyo objetivo principal es hacer que el espíritu de la persona muerta regrese a su cadáver. Esto rara vez se consigue en las primeras horas. Normalmente el nigromante debe probar su vínculo con Hécate y otros dioses infernales para que el espíritu obedezca sus órdenes.

La boca del muerto es abierta utilizando un dispositivo de metal, usualmente de plomo. El nigromante acerca sus labios a la abertura y pronuncia una serie de órdenes y amenazas. Si lo asombroso ocurre, pasará solo en ese momento. La literatura clásica nos ofrece vívidas descripciones de esta práctica de los nigromantes. El Canto VI de la Farsalia, de Lucano, relata el oscuro episodio de Ericta, una vil nigromante que reanima los cadáveres de los soldados muertos de la tropa de Pompeyo Magno, enemigo de Julio César. El procedimiento consistía en cortarles el cuello, colocarlos en una catacumba, de pie, completamente armados, y acto seguido respirar sobre ellos el hálito de las lamias.

El rito continuaba con la total apertura de la caja torácica, donde eran vertidas serpientes, sangre y hierbas mágicas. El cuerpo era dejado en la oscuridad durante tres noches consecutivas. Luego se los untaba con preparados diabólicos a base de tripas, piel de hiena, aceites y huesos. La propia Ericta realizaba sobre ellos una especie de comercio carnal de ultratumba, montando a los cadáveres de forma escandalosa.

Por las venas de los soldados difuntos corría un líquido negruzco que Lucano no detalla, lo cual les permitía atacar con una ferocidad inusitada aunque sus fuerzas declinaban rápidamente. Según se dice, de esta forma las tropas de Pompeyo Magno alcanzaron varias victorias memorables.

Si bien la obra quedó inconclusa, los diez cantos de la Farsalia conforman el documento más completo sobre la nigromancia en Roma.

Sin embargo, el documento más antiguo que se converva a propósito de la nigromancia es nada menos que la Odisea, de Homero.

Bajo la dirección de Circe, una poderosa hechicera, Odiseo viaja al inframundo, es decir, efectúa lo que se conocía como katabasis, el descenso hacia las regiones sombrías, con el objetivo de obtener conocimiento y la ayuda de los muertos.

Irónico, Ovidio se burla de esta tradición en las Metamorfosis, y sostiene que los muertos solo simulan cierta ofuscación cuando son invocados. De hecho, aclara que éstos no son arrancados del inframundo propiamente dicho, sino de una región límbica —especie de mercado grotesco— donde los muertos se reúnen para intercambiar noticias y rumores sobre los vivos.

Ya en la Edad Media, el término «nigromancia» agrupaba otras actividades además de la invocación de espíritus y la reanimación de cadáveres. En general, refería a toda práctica satánica, desde los pactos con el diablo a la utilización de espíritus elementales para obtener riquezas, sabiduría y amor.

En este período, los nigromantes dejaron de ser vistos como personajes al margen de todo culto o adoración en particular. Se creyó que sus ritos blasfemos solo podían ser realizados con éxito con la ayuda del demonio, en cuyo caso se los transformó en sirvientes del infierno, como las brujas y los hechiceros.

La nigromancia fue condenada por el Vaticano y considerada una práctica prohibida; lo cual, lejos de negar su eficacia, solo sirvió para elevar su prestigio como posibilidad real.

La inquisición la asoció directamente con la brujería; y aunque algunas brujas podían obtener el perdón y escapar del fuego si se arrepentían, los nigromantes carecían de ese beneficio. Su destino, con o sin confesión de por medio, fue la hoguera.

Incluso dentro de los libros clásicos de ocultismo y esoterismo, y aún en obras satanistas, la nigromancia fue vista como una herejía imperdonable. En otras palabras, hasta la magia negra la rechazó abiertamente.

Semejante nivel de prohibición nos hace sospechar de la enorme popularidad de la nigromancia. De hecho, ni siquiera el sillón pontificio estuvo libre de acusaciones.

En 1080, durante el Concilio de Brixen, el papa Gregorio VII fue acusado formalmente de practicar la nigromancia. En 1409, durante el Concilio de Pisa, el papa Benedicto XIII también fue denunciado por el mismo cargo, con el agregado de haber contratado una corte de nigromantes para efectuar siniestros ritos en los salones del Vaticano.

Algo similar ocurrió con el papa Silvestre II, en quien se vio a un oscuro nigromante que logró traer al mundo a una súcubo muy famosa: Meridiana.


AUTOR: (Aelfwine) Sebastián Beringheli para elespejogotico.blogspot.com.ar


miércoles, 11 de noviembre de 2015

Retornos en el autobús - Historias de terror



1era Parte

PARK IMENI TSIOLKOVOSKOGO
KALUGA, RUSIA
28 de Abril de 2017

Massi avanzaba decidido hacia el autobús que yacía derruido sobre la calzada. Unos fríos chorros de agua resbalaban acompañando las oxidadas planchas metálicas que conformaban el vehículo al compás que se hacían de oír sobre la superfície. Se detuvo un momento antes de entrar por la puerta trasera del vehículo, que se encontraba totalmente arrancada con las bisagras a la intemperie. Miró hacia atrás, hacia su compañero Chaplin, el cual avanzaba retrasado unos metros mientras inspeccionaba de arriba a abajo todos y cada uno de los tristes edificios que rodeaban la plaza donde se encontraban. El agua cristalina y pura de la lluvia caía y resbalaba frotándose enérgicamente sobre las viejas paredes de aquellos habitáculos, por supuesto el característico sonido de la tormenta adornaba aquella situación, acompañado de vez en cuando por algún fuerte trueno que rompía la oscuridad de la noche sobre la superficie. Las ventanas, que resplandecían y cobraban vida a cada luz resplandeciente emitida por aquellas descargas provenientes del cielo, se presentaban imponentes sobre la marcha de ambos militares. Finalmente se reunieron ante la puerta trasera del autobús.

– Parece que no queda otra – dijo Massi mientras inspeccionaba la zona. Habrá que pasar la noche aquí dentro si no queremos ser pasto de las alimañas.

– No estamos para ir eligiendo, dormiremos aquí pues. Entremos – ordenó Chaplin.

Massi apoyó su bota derecha sobre el primer peldaño metálico que conducía al oxidado vehículo, un crispante sonido que rompió la estética de la tranquila lluvia se formó repentinamente en el ambiente, ambos se estremecieron un instante, pero debían continuar. No tardaron en situarse dentro del que antaño fue un transporte público, un sentimiento sobrecargado impregnaba con violencia el ambiente dentro del vehículo. Pronto se dibujaron ante sus ojos los asientos de aquel automóvil, y sobre ellos, las figuras cadavéricas de las últimas personas que en ellos se sentaron, aquella impactante visión se hizo de notar en ambos compañeros. El más joven de los dos, Massi, avanzaba lentamente dejando atrás aquellas figuras de ultratumba, tratando de no molestarlos en su eterno descanso. Se fijó en uno de aquellos fallecidos, sostenía sobre sus huesudas manos un frágil esqueleto del que probablemente fue su hijo, arropado tímidamente en una desgastada sábana que dios sabe cuánto tiempo llevaría en aquel lugar de ultratumba. El cadáver del conductor yacía apoyado sobre el volante, su brazo derecho colgaba hasta situarse a unos escasos centímetros del suelo, su uniforme, una camiseta azul junto a unos pantalones de un color similar aunque más oscuro, seguían en buenas condiciones tras el incidente. Seguían visualizando el entorno con total silencio, solamente la lluvia rebotando sobre el techo del autobús sobre sus cabezas, se encargaba de darle un toque tranquilizador a la situación.

Pronto identificaron sus sitio de descanso, el espacio por donde habían accedido quedaba apartado de los asientos y albergaba sitio para ellos dos. Descargaron sus mochilas pesadas y las depositaron allí en un rincón.

– Deberíamos tapar esta puerta con algo para resguardarnos del frío de la noche – indicó Chaplin señalando a la puerta trasera por donde habían entrado. Si no, esta noche la vamos a pasar helados.

Ambos militares se pusieron a inspeccionar el lugar de forma más detenida para hallar cualquier elemento que pudiera ayudarles en su misión de guarecerse de las condiciones climatológicas de la noche. A Massi le vino la imagen de la tela que arropaba al pequeño esqueleto, arropado por su progenitor, e inició la marcha hasta plantarse delante de ambas figuras. El cráneo desprovisto totalmente de musculatura de su progenitor, género del cual no pudo ser identificado por el joven militar, yacía recostado sobre el asiento con una muesca de infinito sufrimiento, dejando ver su desencajada mandíbula totalmente abierta. Sus grandes y negras fosas oculares completamente vacías propiciaban mayor terror a aquella expresión. La idea que rondaba a Massi por su cabeza no le inspiraba ni la más mínima pizca de confianza y seguridad, la tensión se apoderó de su cuerpo y dudó bastante antes de que sus manos se encaminaran hacia el tejido recubriente. Tiró con suavidad, aunque aquello no pudo evitar que el diminuto esqueleto se separara en cientos de piezas que cayeron tintineando al suelo. El cuerpo del primogénito se inclinó hacia el joven con fuerza. Dudó unos instantes entre si albergaba o no vida aquella fallecida figura debido a su inesperado movimiento. Un estridente grito entró a los oídos de Massi y recorrió todos sus sentidos y terminaciones nerviosas, incrustándose con fuerza en su cabeza sin poder sacarlo de ahí.

Tras unos escasísimos segundos de angustia y dolor el sonido desapareció por completo, atenuándose poco a poco, apartó de un empujón violento aquellos restos inertes mientras estos desprendían un tintineo peculiar. Sintió electricidad recorrer sus robustas y frías manos, desplazándose también por los brazos, el bello se le erizó por completo. Miró horrorizado a su veterano compañero, el cual revisaba con agitación el interior de las mochilas, sin haberse percatado del incidente. Su mente empezó a trabajar frenéticamente pensando en aquel evento acaecido, tratando de recapacitar e intentar dar solución. Algo le sacó de sus cavilaciones.

– ¿Massi, que estas haciendo?

Aquellas palabras provenientes de su compañero le sacaron de aquel estado de semiinconsciencia en el cual se encontraba, levantó su vista hacia Chaplin y le indicó con gestos que todo iba bien. El veterano compañero le mostró una tela térmica que había sacado de una de las mochilas y le indicó que se acercara. Juntos amarraron aquella prenda al techo del autobús, dejándola caer y tapar la entrada por la cual habían accedido. Trataron de estar el menor tiempo posible fuera de su refugio para no mojarse, la lluvia caía constantemente sin disminuir la intensidad. En un diminuto instante se vieron otra vez dentro del autobús, recostados sobre lo que iban a ser sus camas aquella fría noche. Massi contemplaba por las ventanas del oxidado vehículo los árboles que se encontraban en la plaza situada a unos escasos metros de allí, sus ramas y hojas se agitaban al son del aire que soplaba con dureza removiendo hojas y restos que yacían sobre el suelo. La blanca luz de la luna empezaba a brillar tenuamente sobre el exterior, iluminando bancos, papeleras y árboles. Los edificios empezaban a cobrar vida, reclamando su parte de luz. No tardaron ambos en dormirse mientras contemplaban plácidamente y acompañados del sonido relajante de la lluvia los exteriores del vehículo.

2da Parte

Algo reclamó la atención del joven Massi, el cual se despertó sobresaltado. Estaba empapado en sudor, se llevó la mano derecha a su frente, la cual se le humedeció completamente al contactar con su piel. Identificó que el constante tintineo del agua seguía resonando sobre sus cabezas y que la luz de la luna había perdido cierta intensidad desde la última vez que sus ojos recordaban haberla visto, las siluetas de los elementos exteriores de la plaza ahora no se veían con tanta claridad, hecho que espeluznaba al joven. Un silencio ancestral rodeaba el ambiente que se respiraba dentro del autobús. Los asientos, junto a sus inertes anfitriones sentados en ellos, permanecían inmóviles y callados, tratando de no involucrarse en aquella situación. Aquel fantasmagórico lugar estremecía al joven militar, por lo que se refugiaba tapándose con una tela térmica que llevaba en la mochila. Su veterano compañero Chaplin dormía plácidamente a escasos centímetros de él, a su lado, sin emitir ruido alguno. Le inquietaba la visión del interior del vehículo mezclado con aquel sepulcral sonido, intentaba cerrar los ojos y tratar de dormirse, quería cerrarlos y no abrirlos hasta que el sol iluminara por completo la superficie de Kaluga.


Finalmente pudo el vencimiento de sus escasas fuerzas restantes y se volvió a quedar dormido, ajeno a lo que allí dentro pudiera acaecer.

No tardó, pues, en volverse a despertar en mitad de la noche, con su ya conocido tintineo acechando sobre su cabeza. La noche había caído en su totalidad, apenas se podía divisar a unos escasos metros allá fuera en el exterior, el interior del vehículo también había sucumbido a aquella oscuridad, pocas siluetas se podían divisar asomando sobre los asientos. Despertarse en medio de la noche rodeado de aquella situación no le incentivaba a calmarse lo más mínimo, al contrario, no se explicaba por qué se había despertado ya dos veces, estaba inquieto. Una clarísima luz iluminó el interior del autobús por completó, divisando todos y cada uno de los contornos que allí dentro se encontraban. Todas las cadavéricas siluetas se dibujaron ante sus ojos al compás que se dibujaba una nueva ante sus impresionados ojos. Al medio del pasillo que recorría los asientos y reflejada en la pared, una silueta negra, una sombra, de pequeño tamaño, quedaba reflejada e inerte, contemplando al joven Massi. El corazón empezó a latirle con fuerza mientras se le erizaba el bello de sus brazos, se le heló la sangre por completo. Aquella pequeña e inerte silueta, negra como el carbón, empezó a correr hacia él, no cabía duda alguna de que se trataba de una bien definida silueta de niño pequeño. El joven se inquietó aún más, miraba a izquierda y derecha sin quitar nunca de encima los ojos a aquella silueta proveniente que se acercaba rauda y veloz, su compañero estaba completamente ajeno a aquel fenómeno. La luz desapareció igual que vino, seguida de un estruendo, se trataba de un rayo, que despertó a Chaplin, el cual se incorporó lentamente al ver que su compañero yacía atónito e inmóvil contemplando el oscuro pasillo del viejo vehículo.

– Aquí pasa algo raro – Massi miró a su acompañante. Acabo de ver literalmente una silueta correr hacia mi.

– He oído historias de este lugar, gente que aseguraba haber visto y sentido cosas extrañas, inexplicables, aunque eso no quiere decir que existan. Estas cosas me ponen la piel de gallina, hermano.

– Estaba ahí, reflejada en la pared, venía corriendo hacia mi iluminada por la luz del trueno


El joven seguía tratando de explicar su experiencia casi ajeno a las indicaciones de su compañero. 

– Este lugar me crispa los nervios. Esta sensación impregnada en el ambiente, ¿Tu también la notas?

Chaplin asintió con la cabeza levemente, se notaba que aquellos temas también le imponían respeto. Se miró el reloj sujeto fuertemente a su muñeca y le informó que se trataban de las tres y cuarto de la madrugada. En aquellos momentos ambos compañeros permanecían callados, recostados sobre las frías y oxidadas paredes del autobús contemplando el oscuro lugar de izquierda a derecha. No conseguían volver a concebir el sueño, se notaban frescos y despiertos, una rara y crispante sensación se adueñaba de ellos. Algo empezó a llamarles la atención, un pequeño sonido que empezó a formarse desde las hileras de asientos, ambos compañeros se percataron de ello. El suave ruidito llegó hasta sus oídos con ritmo armonioso, rebotando y jugando con las paredes del viejo vehículo. No tardaron en lograr identificar que se trataba de un triste lloriqueo proveniente de un niño pequeño, ambos militares se miraron sobrecargados de intriga. El sonido se intensificó hasta tal punto que se convencieron de que el niño estaba dentro del autobús, con ellos. El ambiente se saturó rápidamente, se notaban agobiados, colmados, vulnerables. Todo pasó ante la atónita mirada de ambos compañeros que poco podían hacer en aquella situación, tal sensación se apoderaba de ellos, haciendo que cada vez respondiera menos su cuerpo. Ante ellos se posó la imagen del autobús completamente distinto, nuevo, lleno de gente viva dialogando y contemplando el paisaje alrededor del transporte público. La mujer ya conocida por Massi, permanecía sentada y arropando a su bebé con una sábana pequeña, la cual poseía ahora un aspecto mucho más cuidado que hace apenas unos instantes.

Todo transcurría tranquilo y agradable, ambos muchachos se encontraban absortos contemplando la recreación de lo que podría ser el último grito de vida del transporte y de sus pasajeros. Algo parecía ir mal, la gente empezó a agazaparse entre los asientos, tratando de evitar las ventanas, el conductor enloquecía dando órdenes de que se retirasen de los asientos cercanos a las ventanas y tratando de mantener el control del vehículo. Una fuerte sacudida casi volcó el transporte, la gente decidió agarrarse fuertemente al asiento que tenían delante, preparándose quizás, para lo que ya veían venir, el impacto. Una hilera de balas provenientes del cielo dibujó un techo agujereado delante de los ojos absortos de ambos muchachos, la gente se echó las manos a la cabeza, el conductor dejó caer su ya inerte cuerpo hacia el volante, el vehículo siguió su marcha sin indicación alguna enfilándose hacia un árbol que empezaba a verse cada vez más cerca, la gente chillaba despavorida tapándose la visión con los brazos intentando protegerse. La madre sotenía con fuerza a su bebé y permanecía sentada temiendo por la vida de ambos, no soltaría a su hijo por nada de este mundo. Antes de que el impacto lograse fascinar a ambos militares, la impresionante visión cesó devolviendo a las personas su cadavérica figura actual. Sabían que aquello no había sido un sueño, ambos se miraron, ambos comprobaron que no había estado en su imaginación. Otra vislumbrante luz entró al interior del viejo vehículo iluminándolo por completo. Una multitud de sombras fueron reflejadas en la misma pared donde hace apenas unos instantes había visto al niño correr. La situación empezaba a rozar el umbral de la locura. Una de aquellas negras siluetas levantó su mano señalando a ambos compañeros que yacían recostados, seguido de un penetrante murmullo que llegó a clavarse en sus oídos, no lograron identificarlo con claridad. La luz del trueno, que ahora se hizo de escuchar, acompañó al incesante y ya conocido sonido de lluvia, para luego marcharse dejándolos totalmente a oscuras.

– ¡Enciende la linterna, corre! – ordenó Chaplin.

El fuerte y enérgico haz de luz de la linterna iluminó la hilera de asientos y cráneos que se asomaban imponentes, formando multitud de sombras en las frías paredes. No había rastro de nada que allí pudiese haber ante sus ojos.

martes, 10 de noviembre de 2015

Una casa del terror para recrear leyendas urbanas porteñas - Noticias



Una fábrica abandonada de Saavedra es el portal hacia un universo desconocido: "la Zona Paranormal". Aquel que osa adentrarse en este aterrador laberinto, se topa con espíritus sin paz. El encuentro con ellos es propiciado por la cervecera Quilmes, que para celebrar sus 125 años de historia armó una casa del terror. Para hacerlo convocó a Blumhouse, la productora de Jason Blum, responsable de la saga de filmes Actividad Paranormal y que aquí creó una experiencia basada en leyendas urbanas porteñas.

La fábrica en desuso está detrás del shopping DOT y, hasta hace 15 años, pertenecía a Philips. En ese galpón construyeron una serie de pasadizos que conducen a diez espacios, donde el público debe interactuar con tenebrosos personajes. El paseo se habilitó el 21 de octubre y seguirá hasta el 20 de este mes. Cada día lo recorren 430 personas, que se inscribieron a través de www.quilmes.com.ar.

“La cerveza Quilmes estuvo lista para ser lanzada el 28 de octubre de 1890 y, por una razón que no conocemos, esperaron hasta el 31 para servir el primer chop –cuenta Alejandro Verger, director de marca de Quilmes–. Nuestro aniversario coincide con la Noche de Brujas. Y una tradición europea del siglo XII vincula a esta noche con la cerveza, porque era cuando las almas buenas se iban al cielo y las malas se quedaban en las casas. Para ahuyentarlas, los jóvenes cantaban en las puertas y la gente los retribuía con cerveza y torta”.

Para ingresar a la "Zona Paranormal", hay que esperar en un bar de época, donde sirven cerveza. Algunos parroquianos son zombies. Cada tanto, alguno golpea con fuerza un chapón para sobresaltar a los distraídos. “Mi técnica para asustar es gritar muy fuerte y tomar a la gente desprevenida. Algunos vienen más predispuestos que otros”, confía el actor Jonás Elfen.

Una carta de tarot sirve como pasaporte para iniciar el recorrido. Un demacrado hombre de bombín va llamando a quienes tienen la misma carta. “¡El Colgado!”, “¡La Justicia!”, convoca. “No interrumpan a los espíritus con sus comentarios graciosos”, advierte. Y abre una puerta que conduce a un tubo de tela. Más allá del pasadizo, se oyen sonidos guturales, aparecen manos, algún fantasma manotea una pantorrilla. Y todos gritan.

También aguardan los espectros. Tres de ellos están inspirados en personas reales, que tuvieron un trágico final en Buenos Aires. Como la dama de blanco, que cuenta: “Antes de morir estaba a punto de casarme”. “¡Te salvaste!”, le dice un hombre del público. O David Alleno, el cuidador del cementerio de la Recoleta que ahorró para comprarse una parcela y construir su bóveda. Cuando la terminó, se suicidó. Y aparece Rufina Cambaceres, la joven que, dicen, sufrió un ataque de catalepsia y fue enterrada viva. El día de la tragedia, cuenta su alma en pena, se había enterado de que su novio le era infiel con su madre. “Eso no se hace”, empatiza una mujer. “No, eso no se hace”, coincide el espíritu.

“Blumhouse y la producción local se juntaron para ver cuáles eran las leyendas locales, para hacer algo bien argentino dentro del género del terror”, dice Verger. “Elegimos tres leyendas porteñas. La idea es que la gente se encuentre con los espíritus y escuche su lado de la historia”, explica Katrina Lebedeva, de Blumhouse.

“El lugar está muy bien armado. Y no sabíamos que algunas historias eran reales”, comentan Canela Visconti, de 20 años, y su novio Alan Zárate, de 22. “Vinimos porque nos fascina todo lo que sea de terror. Y nos asustamos”, confiesa Agostina Lietti (20). Su hermana Carolina agrega: “El recorrido es muy cerrado. Te da impresión de que te vas a quedar ahí, sola”. Al final, hay otro bar para que los visitantes se repongan del susto. Por supuesto, lo hacen, encontrándose alrededor de una rica cerveza.


Fuente: Diario Clarin 08/11/15


lunes, 9 de noviembre de 2015

El vestido de novia embrujado de Anna Baker - Articulos



Entre los objetos malditos o embrujados más famosos del mundo, destaca un decimonónico vestido blanco que se exhibe actualmente en el museo histórico del condado de Blair en Estados Unidos: el famoso traje de novia de Anna Baker.

Según relatan las crónicas más antiguas, la historia de esta prenda se remite a 1849, en la ciudad de Altoona, Pennsylvania, Estados Unidos. Anna Baker, una hermosa y rica joven de la alta sociedad local, se había enamorado en secreto de un joven trabajador que laboraba en los hornos de fundición de hierro de la ciudad, con el cual había hecho incluso planes de boda. La joven, de hecho, pretendía casarse en secreto y había mandado a hacer un primoroso vestido de novia.

Sin embargo, el romance no tenía ningún futuro. El novio de Anna Baker no sólo era pobre sino que el padre de la muchacha era Elias Baker, un millonario magnate de la industria del hierro, quien, al enterarse del idilio y valiéndose de sus poderosas influencias, logró que despidieran al joven de su trabajo y lo desterraran de la ciudad. Anna quedó devastada con la noticia y condenada a vivir una vida de soltería, pues después que alejaron por la fuerza a su novio prometió que nunca volvería a casarse, promesa que cumplió con creces pues se transformó en una amarga solterona hasta el día de su muerte.

Después de la muerte de Anna, su vestido de novia fue a parar a manos de Elizabeth Dysart, otra mujer rica, que llevó el vestido en su lugar cuando contrajo matrimonio. Posteriormente, el vestido pasó por manos de varios aristócratas antes de volver a la mansión de los Baker y terminar finalmente convertido en una pieza de museo.

La razón por la cual el vestido fue conservado por tantas personas radicó en que se aseguraba que, durante algunas noches, el vestido supuestamente comenzaba a moverse por sí solo, como si alguien invisible se probara el atuendo para saber si le quedaba bien. En la actualidad, el vestido de Anna Baker permanece en una caja de vidrio en el museo histórico del condado de Blair, en Pennsylvania, y no son pocos los visitantes que aseguran que el vestido se sigue moviendo por su cuenta, especialmente en las noches de luna llena. Los más escépticos aseguran que la histórica prenda se mueve por el viento o corrientes imperceptibles de aire (como si estas corrientes pudieran penetrar dentro de una caja de cristal), pero los que conocen los detalles de esta historia afirman que es la misma Anna Baker, la misma que renunció a la felicidad marital por culpa de su padre, la que se sigue probando el vestido desde el Más Allá.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Mitos argentinos



Una recopilación de mitos urbanos pertenecientes a la tradición oral argentina. Algunos de ellos relatados de generación en generación y tan increibles como inciertos. Historias que confunden la realidad con la fantasía, pero que dejan siempre un extraño sinsabor a duda con la inevitable posibilidad de ser verídicas.

La Dama de la Vela

La ciudad argentina de Corrientes posee numerosas historias de misterio y terror, pero sin duda, la más intrigante es la que conocen la mayoría de sus habitantes. Ellos cuentan que en el edificio de la Escuela Normal “Juan Pujol”, suele verse por las noches la bella y misteriosa figura de una mujer joven, vestida con un largo traje de encaje blanco y una capa de pana roja.

Esta misteriosa aparición recorre los pasillos de todos los pisos de dicho establecimiento, subiendo y bajando las escaleras del lugar, llevando en sus manos una vela, elemento al que le debe el nombre su historia : La Dama de la Vela. Este curioso ente se desvanece cuando alumbran los primeros destellos del alba.

La Dama Vestida de Negro

En la localidad de San Gregorio, a pocos kilómetros de la ciudad de Venado Tuerto, en la Provincia de Santa Fe, existe una historia no menos sorprendente. Sus pobladores relatan que una mañana de cerrada llovizna, un abastecedor del frigorífico Maru de Rufino encontró en la ruta 14 a una mujer vestida de negro que se encontraba haciendo “dedo” para que alguien la llevara. El hombre, la trasladó hasta la ciudad y cuando la dama se bajó, tras agradecerle por haberla acercado hasta escasa media cuadra de su casa, le dijo su nombre: Nancy Núñez. Poco después, el hombre se enteró de que aquella mujer había fallecido hacía un año y medio en un extraño accidente, cuando la avioneta que piloteaba su marido perdió una de sus ruedas, la cual llegó a impactar en el auto que ella conducía,  causándole la muerte instantáneamente. El sorprendido abastecedor descubrió también que el lugar en donde había parado para levantar a la mujer, entre Cristophersen y San Gregorio, era exactamente el sitio donde había ocurrido la tragedia que poco antes había conmocionado a la localidad. Otros testimonios dan cuenta de la misma aparición, en la misma ruta, a la altura del lugar del accidente.

La Dama Vestida de Blanco

Tal vez no existe un sitio fijo para ésta layenda urbana que circula en distintas provincias argentinas y con algunas variantes entre quienes la relatan. Se trata de un joven que concurre a una fiesta, baile o lugar de diversión nocturno. En el lugar conoce a una bella muchacha de vestido blanco de la cual se enamora a primera vista y baila toda la noche. Al terminar la fiesta se ofrece a acompañarla hasta su casa y le presta su abrigo para protegerla del frío. Al día siguiente, el muchacho vuelve a la residencia de la joven con intención de verla nuevamente y es atendido por los padres, quienes con sorpresa y estupor le informan que la muchacha ha muerto uno o dos años antes. El enamorado no entra en razones, motivo por el cual los afligidos progenitores lo llevan hasta el cementerio con el propósito de que, al ver la tumba, el muchacho se convenza de la verdad de sus dichos. Al llegar a la tumba, los tres quedan estupefactos, al descubrir que sobre la lápida descansa el abrigo que el muchacho le había prestado a la joven la noche anterior.

La Dama del Cementerio

Una historia similar es el relato del hombre que se quedó encerrado en el cementerio al terminar el horario de visitas. Inquieto comenzó a dar vueltas por el lugar en busca del sereno para que le abriera la puerta. Para su desgracia no pudo encontrarlo aunque advirtió que frente a una tumba se hallaba una mujer de pie (según las variantes del relato, puede tratarse de una niña, una adolescente o una mujer adulta). El hombre se le acercó entonces y le contó su situación, alegrándose de ver a alguien más por allí. La mujer le respondió que a ella le había ocurrido lo mismo y que no se preocupara, ya que conocía un lugar desde donde podrían salir. Con la dama como guía, el sujeto la siguió entre las lápidas, hasta que la mujer se detuvo indicándole una de las paredes perimetrales del cementerio. Al comprobar que no había ninguna puerta, el hombre le preguntó cómo harían salir por ese lugar inaccesible. A lo que la mujer respondió –así– mientras atravesaba el muro.

Romeo y Julieta argentinos

Cuenta la tradición que la aristocrática familia Anchorena vivía en el actual Palacio San Martín con más de 150 sirvientes. Hacia 1920 sus miembros decidieron construir la iglesia del Santísimo Sacramento como futuro sepulcro familiar. Quiso el destino que uno de los Anchorena se enamorara perdidamente de Corina Kavanagh, una joven de familia adinerada, aunque no patricia. El romance no tuvo la aprobación de los padres del muchacho y finalmente los novios tuvieron que separarse.

Corina entonces pergeñó una particular venganza, no de sangre, pero sí estética. Ordenó levantar en San Martín y Florida un edificio cuyo única finalidad fue que le impidiera a la familia Anchorena la vista a la iglesia mencionada desde su soberbio palacio. Aún hoy pesa la “maldición” arquitectónica, ya que el edificio Kavanagh sigue obstaculizando la visión del templo católico.

El Vampiro de Flores

Esta historia argentina tiene como protagonista a Belek, un enano que llegó a Buenos Aires con el Circo de los Zares proveniente de la zona de los Cárpatos. Al igual que el conde Drácula, Belek fue expulsado luego de que Boris Loff, el dueño del circo, junto a dos testigos: la Mujer Barbuda y el Hombre Bala, lo encontraran prendido al cuello de una mona integrante de la troupe circense.

Pero el mito, apenas comienza aquí. El verdadero horror se desató cuando Belek se refugió en una casa abandonada del Bajo Flores y comenzaron a desaparecer misteriosamente todos los gatos del barrio. El relato cuenta que los vecinos protegieron sus casas con ristras de ajo mientras portaban crucifijos por las calles, por temor a ser atacados. Una noche de invierno, cerca de la estación Flores, los hombres del barrio lograron cazar al vampiro con una improvisada red, fabricada con la malla de un arco de fútbol, pero éste se les escapó furtivamente. Algunos aseguran que aún vive en el cementerio de Flores y sale de tanto en tanto a producir estragos entre los desprevenidos transeúntes.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Leyendas del transporte urbano porteño



Existen numerosas historias de terror y leyendas urbanas a lo largo y ancho del País, que giran en torno a los medios de transporte, los que por su naturaleza móvil y por la extensión de sus recorridos, constituyen escenarios propicios para la construcción de éste tipo de relatos.

Muerta por Amor

Este mito tiene raíces en la historia del país. Cuenta la tradición que cuando la joven Felicitas Guerrero se casó en 1862 con Martín de Álzaga, un hombre mayor y acaudalado, era una de las mujeres más bellas de la sociedad porteña. Al año siguiente de la boda y tras perder a su único hijo, Felicitas quedó viuda con apenas 26 años. A su hermosura sumaba el hecho de poseer una de las fortunas más grandes de la Ciudad de Buenos Aires, lo que la convirtió en objeto de admiración y requerimiento de muchos pretendientes. Entre ellos estaba el celoso Enrique Ocampo, a quien la viuda rechazó sin miramientos. Quiso el destino que el enamorado descubriera que la causa de tal rechazo era la preferencia de Felicitas por el estanciero Samuel Sáenz Valiente. Enfermo de rabia, Ocampo mató a la muchacha con un disparo en la espalda e inmediatamente se suicidó. Los Guerrero mandaron construir, en homenaje a su hija, una capilla ubicada en la calle Isabel La Católica, entre Brandsen y Pinzón. Los vecinos del lugar sostienen que cada 30 de enero, fecha de la muerte de Felicitas, aparece su fantasma con el torso ensangrentado, vagando errante durante toda la noche hasta el amanecer. Es frecuente –agregan– que muchas mujeres se encomienden a ella para encontrar un gran amor o para conservar el que ya tienen.

La Criatura Acechante

Cuentan los vecinos de Ciudadela, Provincia de Buenos Aires, que cierta noche un colectivo de la –por entonces– línea 237 pasaba en su habitual recorrido por la Avenida Alvear. Al llegar a la altura del Cementerio Israelita, uno de los pocos pasajeros que viajaban a esas horas, vio una nube blanca que provenía del camposanto y que se acercaba hacia el vehículo. Cuanto más se aproximaba, se definían y perfilaban nítidamente sus rasgos de mujer. Durante un breve lapso, la extraña criatura acompañó el paso del transporte, flotando a la par, hasta que finalmente se desvaneció ni bien el colectivo abandonó la zona del cementerio.

El Accidente del Chofer

Cuenta el relato que una noche en Rosario, Provincia de Santa Fe, frente al cementerio “El Salvador”, un chofer de colectivo de la línea 114 iba conduciendo el vehículo medio dormido, luego de una jornada de intensa labor. De pronto, una chica se le atravesó en la calle, cruzando de manera imprudente. El hombre intentó clavar los frenos, pero fue inútil: la muchacha fue arrollada. Asustado por lo sucedido y presa de la desesperación, el conductor decidió huir. Luego de varios minutos de escape a toda velocidad y sin detenerse en las paradas establecidas, vio por el gran espejo retrovisor que la víctima estaba sentada en el último asiento del colectivo, mirándolo fijamente y llorando.

Los Fantasmas del Subte

Varias historias circulan en torno a los subterráneos de la ciudad de Buenos Aires, y tienen como escenario principal las estaciones de la línea A, la primera de la red inaugurada en 1913, que actualmente une "Plaza de Mayo" con "Primera Junta". Una de ellas cuenta que un antiguo operario de la estación Sáenz Peña concurrió a los sanitarios en horas de servicio y encontró en ellos a un hombre degollado sobre un charco de sangre. De inmediato el atribulado empleado dio alerta al personal de seguridad, quien acudió rápidamente a inspeccionar el lugar, para encontrar el sitio en perfectas condiciones y sin ningún rastro de violencia. El veredicto fue unánime: se trataba de una alucinación.

Al día siguiente, volvió a repetirse la situación, aunque el protagonista fue esta vez otro empleado. Durante largo tiempo, muchos fueron los trabajadores que afirmaban haber visto al degollado en el baño de esa estación.

Otra historia de aparecidos tiene como escenario el tramo comprendido entre las estaciones Alberti y Pasco, aunque su figura central esta vez es una extraña mujer en traje de novia. Cuentan los dichos que se trata del fantasma de una joven a la que su prometido abandonó ante el altar, circunstancia por la cual la muchacha habría salido intempestivamente de la iglesia y se habría arrojado a las vías del tren. Otra versión, más romántica aún, señala que la ceremonia del casamiento se realizó pero al tratarse de una unión concertada por los padres de los novios, la muchacha prefirió suicidarse al salir de la iglesia antes de contrariar su propia voluntad.

El Hombre sin Ojos

Relatan algunos habitantes que hace tiempo solía verse a un hombre sin párpados deambular por los vagones de la línea de ferrocarril Mitre. Numerosos testimonios daban cuenta de que siempre subía o bajaba del tren en la Estación Coghlan. Sobre su aspecto circulaban distintas explicaciones. Según algunos, se trataba del alma de un muerto que se había suicidado arrojándose a las vías. Según otros, era un hombre de la zona que al momento de morir padecía una terrible infección ocular. Más allá de estas discrepancias, todavía muchos vecinos del lugar buscan en el andén los ojos del hombre sin párpados, a los que se le atribuyen poderes mágicos.

martes, 3 de noviembre de 2015

Le Loyon, un misterioso ser que acecha en los bosques de suiza



Durante la última década, muchas personas afirman haber sido testigos de una misteriosa aparición en los bosques de Suiza, vestido con un uniforme militar y con una máscara de gas que cubre todo su rostro. La extraña figura, conocida como “Le Loyon”, se dice que camina por la misma ruta todos los días a través de los bosques, formando parte del folclore local. Según testigos, afirman haber escuchado susurros u extrañas voces que acompañan su aparición.

No había pruebas de su existencia hasta ahora. El mes pasado, el periódico “Le Matin” publicó la primera fotografía conocida del “hombre misterioso”, y ahora las autoridades están tratando de seguirle la pista. Acaso, ¿se trata de una persona, o de algo que va más allá de nuestra propia comprensión?

¿Quién es este misterioso ser?

Existen múltiples teorías sobre la identidad de la misteriosa aparición. La leyenda más popular expone que detrás de la máscara de gas se encuentra una mujer mentalmente inestable, quien busca compañía en el bosque. Otras historias hablan de un hombre que sufría una enfermedad debilitante de la piel, por lo que huyó al bosque en busca de consuelo cubierto con un traje militar y una máscara de gas.

Otros cuentan que es la aparición fantasmal de un soldado, quien se perdió en el bosque y murió mientras intentaba llegar a la civilización.

Una teoría más reciente dice que Le Loyon es un prepper, un survivalista, preparándose para el fin del mundo, que recolecta alimentos y tiene una casa oculta en el bosque, organizándose para sobrevivir al inminente apocalipsis.

Nadie ha sido capaz de reconocer su rostro, y aunque Le Loyon haya asustado a muchas mujeres y niños, nunca ha dañado físicamente a nadie. Las autoridades locales desean identificarlo, y  apresuraron a afirmar que si se trata de una persona respetarían sus derechos, ya que no ha violado ninguna ley. Mientras tanto, Le Loyon se ha convertido en uno de los misterios más atractivos de Internet.

Una Fotografía de Le Loyon

Patrick es la persona que consiguió fotografiar al extraño “ser”, quien explicó a los medios de comunicación su peculiar encuentro con el misterioso personaje en cuestión. Él declaró que su experiencia fue tan desconcertante que deseaba permanecer en el anonimato. Contó que mientras se encontraba paseando en los bosques suizos, escuchó una especie de susurros, y acto seguido observó la misteriosa silueta, que fijó sus ojos en él, pero enseguida se dio la vuelta y se alejó en silencio.

Patrick, afirma que la misteriosa aparición no perecía agresiva. Él no fue el único en verlo, ya que se encontraba en esos momentos con su familia, que estaban aterrorizados y tuvo que tranquilizarlos. Cuando la misteriosa figura se marchaba por donde había venido, Patrick consiguió sacarle una fotografía con su teléfono móvil.

Otros testigos de Le Loyon

A parte de la sorprendente experiencia de Patrick, otra residente local llamada Marianne Descloux de Maules, Suiza, explicó a los medios de comunicación su encuentro durante un paseo por el bosque en la primavera:

“Era un domingo lluvioso. Llevaba una gorra, una capa oscura y la máscara de gas. ¿Lo que me paso por la cabeza? No sé. Fue una situación desagradable. Espero no encontrarme con él de nuevo.”

Aunque muchas personas afirman haber visto a Le Loyon, los encuentros con este ser son particularmente inusuales. En un día de verano del año 2012, una familia que se encontraba en los bosques de Maules también observaron a Le Loyon, pero esta vez tenía un ramo de flores en la mano. Debido al terror que sintió la familia, se marcharon a toda prisa.

“Las familias ya no entran en el bosque”, dijo un campesino local, quien agregó que Le Loyon había sido visto con regularidad durante más de 10 años. “Todo el mundo de por aquí cree en esta historia”.


FUENTE: asusta2.com.ar/


 
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